ABC (Andalucía)

Goyo, que estás en los cielos

- JUANMA RODRÍGUEZ

El otro día me dijeron que un videojuego incluía en su última edición la opción de empujones, arañazos, mordiscos, tate tsuki, ippon nukite y hasami nakadaka ken a Vinicius ante la indiferenc­ia del árbitro de campo y del VAR… y me lo creí. Mi interlocut­or se vino arriba y me confirmó que al delantero brasileño le podías llamar tranquilam­ente macaco y que, pese a ser pillado ‘in fraganti’ por las cámaras de televisión, la Fiscalía Anticorrup­ción archivaría la denuncia puesto que los mossos serían incapaces de localizart­e… y me lo volví a creer. Y, ya puestos, decidí creérmelo todo de golpe: podías pegarle un bocado en la cabeza, reírte de él, dedicarle canciones ofensivas o ningunearl­o. Y con Vinicius sí se podía romper en mil pedazos el primer capítulo del sacrosanto código del fútbol, ese que reza lo siguiente grabado en mármol: «Lo que sucede en el campo se queda en el campo».

En mi defensa diré que el videojuego, que además incluía la ocultación de algunas jugadas polémicas, era bastante realista. Pero me caí definitiva­mente del guindo cuando añadió que en esta nueva edición a Vinicius salían a defenderlo los suyos, que Militao y Alaba iban disparados para protegerlo, que a Ancelotti había que atornillar­lo al banquillo y que a Butragueño casi le daba un patatús en el palco. «¡No cuela!», le dije, «me estás tomando el pelo». La verdad es que aquello sí que sonaba a ciencia ficción.

En la edición antigua que aún conservo del videojuego, que no es otra cosa que un viejo banderín de la temporada 1971-72, Benito, mi querido Goyo, Hacha Brava para los amigos, se sube los pantalones hasta las ingles, se muerde la lengua y recorre el campo de una punta a otra en auxilio del compañero. Y detrás va Pirri. Y detrás Zoco. Y detrás Verdugo. Y detrás todos. Habrá quien me diga, y no sin razón, que aquel Madrid no ganó la Copa de Europa y que con estos diésel ya hemos conquistad­o cinco. Es cierto. Es posible que añore aquellos años, que me esté haciendo mayor. Mi última esperanza es Rudiger porque Goyo y Juanito ya murieron y Camacho hace ahora un anuncio de pipas. Si Antoñito no me salva, mi alma vagará eternament­e por el Purgatorio de los mingafrías. Sálvame, Benito que estás en los cielos. Saca el hacha.

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