ABC (Andalucía)

Fútbol y sueños

El Mundial es para los aficionado­s el Santo Grial, el torneo que aguardamos con impacienci­a. No hay ninguna cita equivalent­e

- PEDRO GARCÍA CUARTANGO

MIS primeros recuerdos de un Mundial datan de 1962 en Chile. Yo tenía siete años y escuche en la madrugada el partido contra Checoslova­quia en la radio de la cocina de mi casa en Miranda con mi padre. La decepción fue enorme. España perdió en Viña del Mar con un equipo en el que jugaban Carmelo, Garay, Del Sol, Suárez, Puskas y Gento. TVE ofrecía los encuentros al día siguiente. Las filmacione­s llegaban en avión a Barajas. Eso cambió en el Mundial de Inglaterra en 1966, cuyos partidos fueron televisado­s en directo. España también cayó en la primera fase tras perder con Argentina y Alemania. La roja no volvió a jugar otro Mundial hasta 1978 en Argentina, que se saldó con otro fracaso. Del campeonato que se jugó en España prefiero no acordarme. Habría que esperar a 2010 para que la selección ganase la competició­n con una generación de jugadores excepciona­les. Luego vinieron los fiascos de Brasil y Rusia.

El Mundial es para los aficionado­s el Santo Grial, el torneo que aguardamos con impacienci­a. No hay ninguna cita equivalent­e. Yo estuve en Sarriá en 1982 en los memorables choques de Italia contra Argentina y Brasil.

He visto casi todos los partidos que se han televisado desde 1966, lo que me ha permitido disfrutar de jugadores como Pelé, Bobby Charlton, Beckenbaue­r, Cruyff, Platini, Maradona, Ronaldo y otros. Todos ellos demostraro­n su talento vistiendo la camiseta nacional.

Siempre he creído, como José Luis Garci, que el mejor fútbol es el de la etapa de nuestra adolescenc­ia y juventud. Luego la emoción va decayendo. Tal vez por eso siempre he valorado a Pelé como el jugador más virtuoso que he conocido. Era genial. Lo que hizo en el Mundial de 1970 fue fantástico.

He dicho en alguna ocasión que lo hubiera dado todo por haber seguido jugando al fútbol, aunque fuera en un equipo modesto. Y es que el balón ha sido una de las pasiones de mi vida y una escuela de valores, como afirmaba Camus. El fútbol es como la magdalena de Proust: evoca imborrable­s recuerdos de juventud. El tacto de los balones de cuero, el olor del linimento, calzarse las botas en el vestuario y saltar al campo estaban cargados de una intensidad casi erótica. Mis sueños sobre esa época están vinculados al fútbol, a un deporte que ha cambiado mucho y que poco tiene que ver con lo que era. Antaño existía una identifica­ción de los jugadores con el club que ahora ya no se da.

Mañana vuelve a rodar el balón en Qatar, un país con una tiranía anacrónica y fanática, sustentada en el dinero. Nada es lo mismo. La vida ha pasado y el fútbol sirve para constatar el transcurso vertiginos­o del tiempo. Lo daría todo por revivir la ilusión de aquella noche con mi padre hace 60 años. Ya lo dijo Maradona: «Estoy arrepentid­o del 99 por ciento de lo que he hecho en mi vida. El 1 por ciento, que es el fútbol, salva el resto».

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