«Me metería de nuevo, ya me han herido otras veces en la valla»
Fue un ataque «organizado». Así de tajantes son los agentes de la Guardia Civil de Melilla que trataron de repeler el salto masivo a la frontera el pasado 24 junio. Unos 1.700 inmigrantes bajaron del monte Gurugú, en dirección al barrio chino. La idea era asaltar la verja por el paso de porteadoras de esta zona. A pedradas dispersaron a los custodios marroquíes para acercarse, entraron por la zona marroquí y llegaron a la puerta de acceso a España. Algunos subieron a los tejados, mientras un puñado de guardias civiles trataba de defender la puerta y comenzó la lluvia de piedras. Una especie de ‘fuego de cobertura’ mientras forzaban con una radial y un mazo el acceso, que no tardó en dejar heridos.
Agentes de la Guardia Civil relatan que primero uno de ellos se desplomó de una pedrada. Cayó y perdió el conocimiento. Eran miembros de los ‘Linces’, un grupo operativo que sustituye a la Unidad de Seguridad Ciudadana (Usecic), que no existe en Melilla según los sindicatos. No pasaron muchos segundos cuando otro agente sintió un impacto en la cara. La piedra le rompió el casco protector y le golpeó en el pómulo. La adrenalina por la acción y la ayuda al compañero desplomado le hicieron seguir bajo las piedras y la presión a la puerta. Así, tuvieron que replegarse para no tener bajas.
El guardia que se había desplomado fue evacuado de urgencia, pero el que recibió el golpe en el pómulo se replegó por orden del jefe de servicio con sus compañeros. Siguió en pie. No abandonó su puesto. Pese a estar aturdido por la pedrada fue parte del grupo que acordonaron a los inmigrantes. «Recibió otras seis o siete pedradas, pero aguantó hasta que pudieron devolver por la puerta por las que pasaban las porteadoras a los que no escaparon. Los que pasaron el cordón son los que se quedaron en Melilla», indica otro guardia, que relata a ABC lo ocurrido ese día.
Ese compañero explica que todavía está recuperándose, que tras acabar la actuación el guardia civil herido fue al médico. Necesitaba atención de especialistas. El agente se marchó en avión a Málaga para que lo revisaran, después de una primera atención en Melilla. En la Costa del Sol le dijeron que tenía un coágulo en la cara. La pedrada le había fracturado uno de los huesos del rostro. «Está en observación, mientras se le va disolviendo. Pudo perder el ojo», añade el agente.
Este salto pasará a la historia trágica de la verja por los 23 muertos, pero los métodos violentos son siempre parecidos. Otro agente relata cómo lleva 60 sesiones de rehabilitación desde este pasado 3 de marzo. «Aún estoy con el fisioterapeuta para no quedarme cojo», explica el guardia, al que le partieron los dos fémures y ha estado cuatro meses de baja. Ahora está reincorporado al servicio.
Durante el salto, el agente estaba entre las dos vallas, el pasillo que separa la verja marroquí de la Melilla, cuando un grupo de inmigrantes saltó a esa estrecha pasarela de unos tres metros de ancho en algunos lugares. «Primero me pisaron el casco con los clavos de los zapatos y me lo rompieron», recuerda este agente, que dice que lo tiraron y se quedó en el suelo. «No sé cuánta gente pasó por encima de mí», reseña antes de entrar de servicio en la frontera.
La turba de inmigrantes que saltaba le cayó encima y así acabó con las dos piernas rotas. Una fue por aplastamiento y la otra con una fisura. «Volveré. Haría lo mismo que aquel día. Me metería otra vez. No es la primera vez que me hieren», añade el agente, mientras recuerda también que hace un año en otro salto los inmigrantes cogieron las cañas de pescar de un grupo que estaba en la playa. «Me clavaron en el brazo una de las estacas de pichar la caña en la arena», recuerda.
Ante estos hechos, los sindicatos piden más medios. La Asociación Unificada de la Guardia Civil (AUGC) pide
los equipos necesarios de protección. Los cascos se rompen, igual que los escudos y, además, las protecciones no están ajustadas al tallaje de los agentes. «Los trajes van en el coche. Se comparten y no todas las partes te las puedes poner», reseñan fuentes del sindicato, que explican que el guardia al que le clavaron el pincho en el brazo no llevaba la protección porque le estaba grande y perdía movilidad.
AUGC afirma que hacen falta más efectivos. La Comandancia cuenta con unas 250 personas en comisión de servicio y hay 650 en la ciudad. «Hacen falta otros 350», asegura la asociación.