«Moscú usa el agua como arma de guerra»
Los 200.000 habitantes que quedan en Mikolaev llevan meses sin agua potable en sus casas porque Rusia cortó las tomas en la vecina Jersón
amión que llega, camión que se vacía. Los voluntarios trabajan a un ritmo frenético dentro de los remolques para repartir lo antes posible las miles y miles de botellas de agua. Fuera les espera una fila interminable de civiles que han llegado hace horas a este punto de reparto en el barrio de Ingulsky, a las afueras de Mikolaev, para asegurarse unos litros de agua potable. «Nosotros venimos cada semana y repartimos 150 toneladas de agua, lo que alcanza a unas 10.000 personas, pero esta puede ser la última entrega porque ahora el punto de mayor necesidad es Jersón», informa Kostya, responsable de un grupo de voluntarios llegados de Odesa y Chernomorsk.
Varios altavoces ponen ambiente en el remolque desde el que se realiza el reparto, la actividad es frenética en el interior y no hay un segundo que perder. El agua vuela y la gente se impacienta. Los nervios se apoderan de quienes llevan largo tiempo esperando y ven que se quedan sin recompensa, hay empujones, gritos, desesperación. Se acaban las botellas y solo quedan chocolatinas para repartir.
CAtaques a infraestructuras
Desde octubre Rusia ha incrementado sus ataques contra la infraestructura energética de Ucrania y Volodímir Zelenski eleva a diez millones el número de personas sin electricidad. En Mikolaev la falta de agua potable en las casas se suma a la grave crisis eléctrica que sufre el país y desde hace meses cada día es una lucha por conseguir agua. Según los responsables municipales, los rusos cerraron las tomas de agua dulce que se dirigían a esta ciudad y que se encontraban en la vecina Jersón, a 60 kilómetros. Una vez liberada Jersón todos confían en que el problema se solucione, aunque nadie descarta que esas tomas hayan quedado severamente dañadas por los combates.
Se trata de todo un ojo por ojo ya que los ucranianos emplearon esta misma estrategia con Crimea cuando Moscú
se anexionó la península en 2014.
La otra opción que tienen los vecinos para conseguir agua potable es en los puntos de suministro instalados en las últimas semanas en las principales plazas. Se acercan con garrafas, llenan todo lo que pueden y regresan a casa. Gallina, cocinera de 60 años, realiza esta operación dos veces por semana. Se lleva 30 litros a casa ayudada por un carrito. «Moscú usa el agua como arma de guerra, como hace con la electricidad y el gas. Buscan castigar a los civiles por nuestro apoyo a Ucrania cuando esperaban que les íbamos a recibir con los brazos abiertos. Es una forma de castigo colectivo y no va a parar, por eso bombardean cada semana nuestras infraestructuras».
Los más afortunados acuden a estos puntos de suministro motorizados, pero la mayoría lo hace a pie, ayudados por carros de la compra o incluso cochecitos de bebé reconvertidos en carros para cargar agua. Todo sirve para recorrer las largas avenidas de Mikolaev.
La mitad de habitantes
«Nuestra vida gira ahora en torno al agua. Si abro el grifo de casa muchas veces no ha agua y cuando sale es amarilla o marrón», explica Valentina, de 78 años y exprofesora de primaria que echa de menos ver niños en las calles de esta ciudad en la que se ha reducido a la mitad el número de habitantes por culpa de la guerra. La cercanía al frente le ha convertido en objetivo habitual de los cohetes enemigos y muchos vecinos han escapado en busca de un lugar más seguro. «Espero que la guerra termine rápido, pero depende de Rusia», afirma Valentina al tiempo que cierra bien sus dos garrafas y pone rumbo a casa. Mañana le tocará regresar a este mismo lugar.