ABC (Andalucía)

Mundial de morería

Entre los turrones y los fuera de juego, acaso el empacho aumente hasta colapsarno­s el hígado

- RAMÓN PALOMAR

CON lo que arrastramo­s en nuestra corrala, o sea los indultos concedidos, la sedición evaporada, la malversaci­ón en trance quirúrgico y lo del ‘solo sí es sí’ disparando una evasión de entrullado­s, ignoro ustedes, pero servidor no se siente con fuerzas para sermonear la escasa democracia de Qatar y sus múltiples pecados de multimillo­nario que lubricó oportunos bolsillos para que celebrasen allí el Mundial. Como nuestros mandamases dispongan de una prórroga acabaremos igualito que en Qatar, pero más pobres, claro.

De todas formas, además de las obvias, un sinfín de razones me desmotivan ante este Mundial situado en el epicentro de la rica morería. En efecto, hay algo contrario a la ley de la calle en esto de seguir un Mundial cuando la cercanía de la Navidad y su chisporrot­eo de luces, raquíticas esta temporada, nos irriga mientras callejeamo­s pensando lo de «¿y qué leches regalo yo este año...?». Si a la Navidad, que representa un subidón de comilonas, una zambomba de amistad artificial y un desacato de confeti nochevieji­l, le sumamos la romería futbolera, pues no sé yo si el cuerpo aguantará tantas emociones de charanga enlatada. Entre los turrones y los fuera de juego, acaso el empacho aumente hasta colapsarno­s el hígado. Para vivir con la intensidad apropiada un Mundial necesito los calores del verano, el picajoso sudor que tiñe la camiseta de humedad cafre como en aquellas axilas de Camacho cuando el Mundial de Corea-Japón, la sobredosis de botellines de cerveza saturando la mesa mientras contemplas el partido junto a los amigachos que alborotan y los bocinazos de los coches que asaltan el asfalto en caso de una gran victoria. Con el sonido del cazo golpeando la sartén abollada que anuncia la irrupción de las castañas, corremos el riesgo de gritar «¡goool!» desde un soniquete que suena a villancico. Los gerifaltes del balón han vendido la cruzada futbolera del mismo modo en el que Sánchez tragó con lo de la sedición; esto es, por falta de escrúpulos. Bienvenido­s al Mundial de la morería.*

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