«El columnista vale lo que su último artículo, hay que morir y resucitar cada día»
∑El periodista sevillano, uno de los grandes columnistas españoles, ingresa en la Academia de Buenas Letras con un discurso sobre el articulismo
Ha ganado todos los premios importantes de periodismo en España. Los lectores de ABC son testigos privilegiados del milagro de Ignacio Camacho López de Sagredo, que no consiste sólo en escribir un artículo cada día, sino en mantenerse en la cima del columnismo a pesar de su enorme exposición. Hoy va a pronunciar su discurso de ingreso en la Real Academia de Buenas Letras de Sevilla. Su discurso, que será contestado por el duque de Segorbe, se titula ‘El ensayo urgente. El artículo periodístico en el siglo XXI’, una excusa perfecta para hablar del periodismo español contemporáneo desde la cuna de Camacho, la ciudad de Bécquer, Chaves Nogales…
—Disculpe que le entre así, pero ¿no cree que es una deshonra para un periodista ingresar en una academia?
—(Risas) Hombre, una deshonra no, es un honor, pero es cierto que los periodistas debemos estar en la trinchera. A mí me propuso esto cuando era director de la Academia Rogelio Reyes, mi maestro universitario, recién llegado yo a ABC con cuarenta y pocos años y le dije que no. Supongo que es el reconocimiento a una carrera porque llevo 42 años. La Academia de Buenas Letras de Sevilla no es normativa, es de promoción cultural y hace un trabajo de mucho valor para la sociedad sevillana. En todo caso pienso dar batalla en cualquier frente, y aprender del resto de los académicos, que son personas de saberes extraordinarios. Hay una masa crítica intelectual interesantísima allí.
—Se lo decía porque para un periodista es muy importante la independencia de cualquier institución.
—Correcto. El periodista en la Academia lo que tiene que hacer fundamentalmente es obedecer al diccionario de la Real Academia, no hay pretexto ninguno para faltarle el respeto al idioma. Y luego, efectivamente, tiene que estar a contracorriente, en una especie de insurgencia intelectual, a contracorriente de los grandes mandarinatos que presionan a la profesión: política, alta empresa, últimamente incluso los poderes deportivos, los poderes blandos, y el público, las audiencias, que con las redes sociales han encontrado una plataforma de presión y se han convertido en un mandarinato más al que hay que llevarle la contraria, no siempre, pero sí cuando corresponde para combatir lo que llamamos el sesgo de confirmación, que es cuando los lectores se acercan a los periódicos no a informarse sino a confirmar sus propios prejuicios. Ahí a menudo hay que desilusionarlos, tampoco por gusto ni por chinchar, sino simplemente por ser razonablemente objetivos o por lo menos razonablemente compatibles con la realidad.
—Con la era digital, ¿han cambiado más los tiempos o Ignacio Camacho? —Por generación me ha tocado vivir esa transición y la vivo como un inmigrante, yo no soy un nativo digital, no lo puedo ser porque nací antes y me formé en un molde analógico y literario, pero creo que el soporte es lo de menos, lo importante es que la recepción de las noticias y los artículos es diferente en digital que en formato impreso. Cuando se recibe de otro modo, por ejemplo a través de los teléfonos móviles, de una manera inevitable eso influye en la concepción del texto. Cuando un texto se lee de otro modo, también se escribe de otro modo. Cada vez irá a más una transformación del lenguaje en este sentido.
—Rafael el Gallo decía que clásico es lo que no se puede hacer mejor. ¿A la excelencia literaria le importa el medio?
—Sí, hay que adecuar la excelencia al medio. No es lo mismo torear en Madrid que en México. Dirán que el toro es el mismo, pero las circunstancias no son las mismas. Hay que adaptarse y el formato digital obliga en cierta manera a transformarse. Y aunque no obligue, arrastra. Cuando se escribe para un determinado formato y público, el lenguaje se acaba impregnando. Estamos en transición y la gente de mi generación no va a cambiar ya, pero en la siguiente el paradigma de construcción de los artículos habrá cambiado.
—Umbral decía que quien escribe bien es el que tiene la razón.
—O lo parece. Esto está en los clásicos desde Aristóteles, el lenguaje construye categorías de persuasión. Eso no quiere decir que siempre se tenga la razón, pero a veces lo parece.
—¿Está pasando el periodismo una crisis reputacional? El populismo político tiene a los medios entre ceja y ceja.
—Por una parte, el periodismo sufre el ataque de los populistas porque forma parte de las instituciones del sistema de la democracia liberal. Desde la posguerra mundial hasta aquí, la prensa se ha erigido como uno de los mecanismos de contrapeso del juego democrático. El populismo, tanto el de derechas como el de izquierdas, desde Meloni a Pablo Iglesias o los populistas latinoamericanos, en su arremetida global contra los pilares del sistema intenta minar la credibilidad de los medios asimilándolos a la casta y a esos enemigos ficticios que inventa el discurso populista para deconstruir la democracia. Por tanto, a esto no hay que hacerle caso y hay que combatirlo por una sencilla razón: porque lo que dicen ellos es mentira y lo que decimos nosotros trata de ser verdad. Ya hemos perdido el monopolio de la intermediación informativa, eso lo dice a menudo nuestro director, Julián Quirós, pero mantenemos el monopolio
❝ Ataque populista a los medios
«No hay que hacer caso porque lo que dicen los populistas es mentira y lo que decimos nosotros trata de ser verdad»
de la verificación y el día que lo perdamos, la sociedad se convertirá en la jungla del asfalto, como en la película de John Huston, en nuestro caso la jungla de la posverdad, de las ‘fake news’, de los hechos alternativos como decían los trumpistas, es decir, la jungla de las mentiras, de los que quieren demoler el orden democrático convencional. Sin embargo, por otro lado, hay una crisis reputacional merecida en los medios, básicamente por la alineación de los periodistas con discursos ajenos, con discursos políticos, ideológicos, empresariales, deportivos… El periodismo no tiene que ser neutral, pero tiene que ser independiente, razonablemente ecuánime. En España en concreto, el fenómeno de las tertulias, sobre todo en televisión, ha generado un doble efecto perverso, que es la asimilación del debate político al del corazón y el deportivo, y por otra parte la naturalidad con la que el periodismo ha aceptado la suplantación de la representación parla
La función del periodista
«El periodismo no tiene que ser neutral, tiene que ser independiente»
Autocrítica
«Hay una crisis reputacional merecida en los medios por la alineación política de periodistas»