A París, con un talón de 600.000 euros
otros elementos minoritarios: plata, bismuto y arsénico. Hay planchas de dimensiones similares que pesan más que otras. Quizás tengan un doble recubrimiento. En el reverso se aprecian aún las huellas de las distintas formas de sujetar las planchas para darles los baños electrolíticos: una pestaña de estaño o unas ventosas de gran tamaño. Este último es el caso del autorretrato de la portada de los ‘Caprichos’.
Goya alcanzó un extraordinario dominio en las técnicas de los grabados: aguafuerte, aguatinta, aguada bruñida, punta seca, buril, escoplo... En cada plancha usaba varias de ellas, logrando dar una gran fuerza dramática y expresividad. Las más delicadas se desgastaron muy rápidamente y solo se aprecian en las primeras ediciones. Se conservan dibujos preparatorios de muchas de sus estampas, especialmente en el Prado.
Restos de tinta y grasas
Silvia Viana, conservadora y restauradora de la Academia de Bellas Artes, está retirando en el laboratorio el acerado del número 5 de los ‘Disparates’, titulado ‘Disparate volante’. Antes de ello, explica, ha habido que limpiar los restos de tinta y sustancias grasas que han podido quedar cristalizados en la plancha. Después, se sumerge en una solución (EDTA, ácido etilendiaminotetraacético). Ayuda a disolver los componentes del acerado, que enmascaran el
La Academia de Bellas Artes estuvo a punto de adquirir en 2011 las cuatro planchas que le faltan de los ‘Disparates’, completando así las cuatro grandes series de estampas de Goya. Juan Bordes, aún dolido, recuerda con tristeza lo que ocurrió. El hijo de Goya las había vendido a un marchante francés. Tras la muerte del propietario, sus herederos las pusieron a la venta. Las ofrecieron primero a la Biblioteca Nacional de París (no le interesaron) y después al Prado, que entendió que quien debía comprarlas era Calcografía Nacional. Bordes se puso en contacto con la galería Paul Prouté de París, intermediaria de los propietarios. Tras aceptar la compra, se echó atrás, saltándose el acuerdo pactado: el Louvre decidió comprarlas. Juan Bordes entró en cólera. Se plantó en París con un talón por valor de 600.000 euros. No sirvió de nada. trabajo de Goya sobre la plancha. Tiene mucho más espesor que el barniz de una pintura. Viana aplica con mimo el pincel en la matriz, que va recobrando su color original. El proceso comenzó el día anterior. Se trabaja en fases de cinco horas, aún no está lista. El acerado disuelto da un color verdoso. De repente, aparecen unas huellas dactilares en la plancha. Fantaseamos con que pudieran ser del mismísimo Goya. Imposible saberlo. Una vez eliminado todo el acerado, la siguiente fase es proteger la superficie de cobre, quedando estabilizada la plancha. «A los metales les afecta mucho la humedad ambiental, los corroe. Para ello utilizamos unas resinas sintéticas muy estables (Paraloid, metacrilato de etilo)», apunta Viana.
Dos series fueron estampadas tras la muerte de Goya en 1828: los ‘Desastres de la guerra’, en 1863, y los ‘Disparates’, en 1864. Las 98 planchas fueron adquiridas en 1862 por la Academia de Bellas Artes por 28.000 reales. Faltaban dos ‘Desastres’, que fueron donados en 1870 por Paul Lefort. Goya estampó la primera edición de los ‘Caprichos’ en 1799. Estuvieron a la venta solo trece días. En 1803, a cambio de una pensión para su hijo Javier, el artista entrega al Rey las 80 planchas, junto con 240 estampas de la serie. Fueron cedidas a la Calcografía. En 1816 Goya tiró una edición de la ‘Tauromaquia’. En 1920 las 33 planchas fueron compradas por el Círculo de Bellas Artes por 17.000 pesetas. Depositadas en la Guerra Civil en la Academia, ésta las compró en 1979. Las estampas y los dibujos son las obras en las que mejor se puede desentrañar su pensamiento. Ponemos fin a este viaje a la prodigiosa mente del Goya grabador.