Viaje al interior de Luis Enrique
Es amado y odiado a partes iguales por su carácter. Compañeros, futbolistas, entrenadores y árbitros que han convivido con el seleccionador español
etrás del personaje que lanza mensajes directos al mentón hay un tipo con la autoestima muy alta, la lengua muy larga y la lista de enemigos muy corta. Luis Enrique Martínez, seleccionador español, 52 años, hijo de una familia de clase media de Gijón, criado en la misma calle del barrio del Llano que su compadre Abelardo, es capaz de convertir cada rueda de prensa en un foco de conflicto que indicaría la huella de una personalidad arrogante y, sin embargo, no dejar rastro de adversarios en las entrañas de este deporte. «No os leo porque sé de fútbol más que vosotros», «no hay una opinión que pueda leer que me pueda interesar», «soy el mejor entrenador en la faz de la tierra», ha dicho en varios titulares jactanciosos. El asturiano inicia su andadura con la selección española en el Mundial de Qatar y ABC ha buceado en sus raíces para desentrañar un carácter que trocea. Es odiado y amado a partes iguales, hasta el punto que muchos españoles se han despegado de su selección por el talante del protagonista y una minoría (país de clubes más que de combinado nacional, al fin y al cabo) parece no desear el éxito de España con tal de verle fracasar a él.
Benito Floro (1952) entrenó al Real Madrid entre 1992 y 1994. Tuvo a sus órdenes a Luis Enrique y en la mirada atrás no hay reproches hacia su comportamiento, ni en las declaraciones grabadas ni en la charla en ‘off the record’.
D«Lo recibí en el Real Madrid después de los Juegos de Barcelona 92. Era muy trabajador, con gran predisposición al entrenamiento, entendía bien los movimientos y el juego. Me acuerdo que lo primero que hizo fue llamarme por teléfono, algo que no solían hacer todos los futbolistas en mi época. Quería saber en qué situación podía encontrarse, le dije que contaba con él en su función polivalente, delantero centro, extremo derecho o izquierdo, lateral… Recuerdo que me dijo que estaría contento en el Madrid. Luego se fue al Barcelona porque consideró que merecía un salario más alto y el presidente (Ramón Mendoza) no se lo ofreció».
Roberto Solozábal, campeón olímpico: «Es un tipo con personalidad, cordial y sencillo, que tiene claro lo que quiere»
Sin incidentes
En el interior del vestuario, según Floro, nunca hubo polémicas graves que afectasen a la convivencia o a la armonía diaria. «No recuerdo ningún incidente o discusión fuerte con él, ni conmigo ni con sus compañeros. Se hacía valer, eso sí. Era extrovertido y fresco, con la autoestima muy alta. Él no es soberbio, ni provocador. Si dice que es el mejor, pues perfecto. Esa actitud es fenomenal, muy positiva en el deporte».
Recuerda el técnico manchego otro detalle que hoy enlaza con la temperatura alta de las ruedas de prensa del seleccionador. «No le gustaban nada las entrevistas, se cerraba en banda, eso era así. Tiene las ideas claras y asume lo que hace, pero no le gustaba nada medirse al periodismo. Para vosotros será normal, pero una rueda de prensa no es fácil para los profesionales del fútbol».
«Es una persona magnífica en el trato al que quiero reconocer una historia. No es fácil recuperarse de lo que le pasó a su hija. Eso es durísimo –asegura Floro–. Ahora él está encantado en la selección. Y tiene que estimular al grupo, caminar hacia adelante. Una actitud apocada no es buena política
nos dieron problemas, Karpin por ejemplo. Pero Luis Enrique no, nada relevante».
A la cuestión contesta otro exárbitro, José Núñez Manrique (1953): «En el Barcelona sí me acuerdo de Stoichkov, cómo no acordarse, había que vigilarlo muy de cerca. Luis Enrique era muy temperamental y se empleaba con mucha energía y fuerza física, pero no hizo nada antideportivo en los partidos que le arbitré».
No engaña
Luis Enrique ha dirigido como entrenador a cuatro equipos (Barcelona B, Roma, Celta y Barcelona) antes de aterrizar hace cinco años en la selección española. En dos de ellos (Barça B y Celta) coincidió con Nolito, internacional de 36 años, que hoy juega en el Ibiza de segunda división. El gaditano es el más efusivo en la defensa del personaje. «Le considero mi padre deportivo. Es sincero, te dice las cosas a la cara y no te engaña. Es lo mejor que tiene».
«Cuando digo que me ayudó no es que fuera caritativo –comenta el exdelantero del Celta–. Me exigía y mucho. Pero me enseñó a comer, a mejorar tácticamente, a colocarme en el campo. Y se interesaba por las cuestiones personales, que siempre son las que más afectan al jugador. Si me tenía que decir algo negativo, se plantaba delante de mí y lo decía. Si me dejaba en el banquillo, yo me aguantaba. Pero si tenía que darme un abrazo, también me lo daba».
«A aquel Celta llegamos muchos jugadores nuevos, Fontás, Rafinha, Charles, yo –rememora Nolito–. En la primera vuelta estábamos en los puestos de descenso y se decía que le iban a echar, pero él no cambió un milímetro, siguió confiando en su idea de juego, todo siguió igual porque confía en su idea, en su filosofía de juego. La historia salió bien y le fichó el Barcelona».
Su fama de polémico o chulo es fachada para Nolito. «De cara a la galería puede parecer áspero, pero a las personas hay que conocerlas por dentro, no por su apariencia. Hay que sentarse, charlar y opinar. No vale que él suelte una bomba y digas que es gilipollas, y ya está».
Una última opinión incide en la tendencia general de este reportaje. Es Roberto Solozábal (1969), internacional del Atlético de Madrid que conquistó el oro en los Juegos de Barcelona con Luis Enrique en esa selección olímpica. «Mantengo una relación lejana y excelente con él. Es un tipo con personalidad, tiene claro lo que quiere. Era un jugador enérgico, que destacaba por su intensidad, era polivalente, ya que podía ocupar muchos puestos. No tengo ni idea de cómo es en la faceta de entrenador porque yo estoy alejado del fútbol, pero en el aspecto personal es alguien cordial y sencillo».