Un velo de alquitrán
DEL VALLE LORENCI Hasta Sabina, tocado por sus excesos, ha sido capaz de esnifar el afán totalitario de los suyos
EL resumen de la semana se despacha en un par de líneas. Los jueces son todos unos machistas, el caso ERE constituyó una injusta cacería política y Joaquín Sabina es un mierdas. Como parece cercano el momento en que el Gobierno nos pase a los medios de comunicación la escaleta de los temas que debemos abordar, yo voy ya haciendo pruebas, no me pille de nuevas. Sólo faltaría hablar del tiempo, y no tengo pajolera idea de cómo será a partir de mañana. Ojalá llueva.
Desarrollemos. Sobre el ‘sí es sólo sí’, gran éxito legislativo del mejor gobierno de nuestra historia, está todo dicho y aquí cabe poco. Y con Griñán con pie y medio dentro de la cárcel, de poco van a servir las letanías autoexculpatorias del socialismo andaluz. Así que vayamos directamente al final, que además explica perfectamente todo el resto.
Ha dicho estos días el genio de Úbeda que ya no es tanto de izquierdas. Que como tiene ojos y oídos por los que percibe cuál es la deriva de los dirigentes a los que siempre creyó que seguiría a pies juntillas, se ha replanteado su pensar. No había terminado de lamentarse por ello («me rompe el corazón», expresó) cuando a Sabina casi le destrozan el espinazo. El que había sido considerado mejor poeta del tránsito del XX al XXI ahora es un puñetero drogado que no tiene donde caerse muerto. Si Disney canceló Dumbo por racista, cómo no iba a poder nuestra izquierda patria con este enclenque desviado.
Entre todas las vidas, y aun habiendo querido ser pirata cojo, Sabina va a terminar sus días lapidado en Madrid. Ahogado en el Manzanares, atropellado por uno de esos trenes que ya nunca van hacia el norte. Si ya no piensa como nosotros, aniquílese.
Aunque tocado por los excesos, hasta el cantor de libertades y libertinajes ha sido capaz de esnifar el afán totalitario de los suyos. Dogmáticos, intolerantes. Empieza a ser excesivo el tiempo en que llevan dinamitando el sistema. Menos mal que caen vendas, que se derriten los velos de alquitrán hasta de las miradas más cerriles. La pasión, por definición, no puede durar. Menos aún si nos gritan tanto.