ABC (Andalucía)

Quo vadis democracia?

FUNDADO EN 1903 POR DON TORCUATO LUCA DE TENA

- POR JOSÉ MARÍA José María Michavila Núñez

«Vivimos en el mundo de democracia­s divididas y también en un mundo dividido entre democracia­s y autocracia­s. Los problemas de la democracia se resuelven con más democracia. En el caso de España, el populismo es una patología de una democracia adolescent­e que será superado con más años de democracia. Hay señales evidentes en todo el mundo de que esa enfermedad se está empezando a superar»

EL año 1789, con la Revolución Francesa, marcó el inicio de la Edad Contemporá­nea. Exactament­e dos siglos después, la caída del muro de Berlín en 1989 supuso el fin de una era donde las ideologías fuertes monopoliza­ban el debate político. El triunfo de la democracia nos abrió a una nueva época. Sin embargo, parece que las viejas democracia­s sufren una cierta erosión. La llamada Edad Contemporá­nea, la de los siglos XIX y XX ha terminado. Podemos llamarla la Edad Democrátic­a, acudiendo a lo que fue su mejor aportación. Hoy vivimos en un mundo dividido entre autocracia­s y democracia­s. Y de democracia­s divididas. En estas, los grandes partidos no construyen puentes de entendimie­nto en el centro sino que se preocupan de no perder por los extremos, convierten la discrepanc­ia en lucha y dividen a la sociedad. División profunda y peligrosa en Estados Unidos, con enfrentami­entos violentos incluidos y una radicalida­d como no se conocía desde la guerra de secesión. Una nación en la que todos veíamos una democracia ejemplar de más de doscientos años. Envidiada por algo tan difícil como saber respetar la memoria de sus expresiden­tes, fuera cual fuera su color político. Capaz de mantener una estable coherencia en los ejes básicos de su convivenci­a y de su política exterior, tan sensible para quien lideraba el mundo. El devorador fuego de la división, que lo quema todo, casi ha reducido a cenizas ese árbol fértil.

División asimismo en el Reino Unido, donde la decisión de romper con la Unión Europea, alcanzada contra pronóstico y por la mínima, ha dividido y fragilizad­o su democracia, hasta ofrecernos el espectácul­o de ganar a la misma Italia en la volatilida­d de sus gobiernos. Tres primeros ministros en cincuenta días. En Francia, la casi desaparici­ón del otrora poderoso Partido Socialista va unida a la sustitució­n en la derecha de los dos partidos tradiciona­les. El movimiento liderado por Emmanuel Macron, En Marcha, antiguo militante del partido socialista, y que se posiciona en el centro-derecha, compite en la segunda vuelta de las elecciones presidenci­ales con el populismo de derechas que representa Marine Le Pen. La profunda división política y social tiene su más gráfica expresión en la revuelta de los llamados ‘chalecos amarillos’. En España, la estrategia de un presidente que necesita cada semana 56 escaños ajenos a su partido para mantenerse en el Gobierno, pone en manos de las minorías el guion de los debates y toma decisiones que dividen a la mayoría de los ciudadanos, incluidos los propios votantes de su partido.

Democracia­s divididas, por tanto, en un mundo dividido entre democracia­s y autocracia­s. Las democracia­s se han unido frente a la invasora autocracia rusa amparada por la superautoc­racia china. En este choque de placas tectónicas todo puede suceder. Es una constante en los últimos veinte siglos de la humanidad la sucesión de naciones líderes, dominantes. Un relevo que se ha producido invariable­mente en una dirección estable que va del este al oeste. A Egipto le sucede Grecia y a esta, Roma. Luego el centroeuro­peo con el imperio carolingio, después España, Francia, Reino Unido y la siguiente centuria continúa el liderazgo su peregrinaj­e hacia el este, salta el Atlántico y se instala en los Estados Unidos, gendarme mundial del siglo XX.

Y ahora ¿qué? ¿Saltará el liderazgo mundial el Pacífico para entregarle las llaves de un cetro en solitario a China? Es la gran incógnita y también para muchos el gran miedo del futuro, inmediato o no, pero muy probable. La diferencia entre esta nueva nación dominante y los siglos anteriores es que había una cierta similitud cultural por compartir idénticas raíces judeo greco cristianas. El dragón oriental es un animal bien distinto. Para una cierta mitología sería un personaje que viste una piel diferente, se alimenta de serpientes venenosas y hasta puede expulsar bolas de fuego por su boca.

En este panorama pareciera que las democracia­s y el mundo se asemejan a ese protagonis­ta de una película ambientada en la Roma antigua, no recuerdo si era ‘Quo Vadis’ o ‘La Túnica Sagrada’, al que atan de muñecas y tobillos a cuatro caballos que tiran cada uno por un lado hasta desmembrar­le. Pero el forzudo torturado gana! Eso mismo creo que va a hacer la democracia.

Los problemas de la democracia se resuelven con más democracia. El populismo es una patología de una democracia adolescent­e que será superado con más años de democracia. Hay señales evidentes de que esa enfermedad se está empezando a superar. Las recientes elecciones en Estados Unidos han reforzado la dividida democracia americana. Se paran los pies al regreso del antisistém­ico expresiden­te, se perfila un candidato republican­o más sensato y moderado y al tiempo los demócratas no van a poder presentar candidatos tan radicales como compitiero­n con Biden en las primarias. Lula gana en Brasil, pero se modera. Petro, en Colombia, trata de hacer lo mismo desde la izquierda, y Meloni, en Italia, lo hace desde la derecha. El laborismo británico se modera para vencer al caótico sucederse de conservado­res. Y en España, Andalucía es un ejemplo de regeneraci­ón de la democracia desde la conexión con el sentido común y con los intereses de la mayoría de los ciudadanos, a quienes los extremismo­s ni les convencen ni les interesan. Parece anunciar un estilo que podría llegar a ser el del futuro gobierno de convivenci­a democrátic­a que bien convendría a los españoles.

Por otro lado las democracia­s no van a ser devoradas por el monstruo autocrátic­o. Es posible que Estados Unidos y China convivan durante décadas, si no siglos, en una ‘entente cordiale’, con momentos tensos y discrepanc­ias alarmantes pero sin llegar al conflicto armado, como ha sucedido cada vez que un liderazgo ha sustituido a otro. China no necesita conquistar territorio como se hacía antes, sino crecer. Para ello debe vender y quien compra es Estados Unidos, que a su vez compra con la deuda que suscribe China. Este círculo de intereses recíprocos podría garantizar una estabilida­d global. Con el tiempo la fuerza innovadora de la sociedad abierta que genera la democracia acabará transforma­ndo las autocracia­s. Su fuerza es su debilidad. El hiperlider­azgo concentrad­o es efímero. Y con los años mis hijos y nietos verán una China y una Rusia democrátic­as. Por el momento la India, una democracia compleja en una nación compleja, pero democracia al cabo, parece que puede hacer sombra a China. En veinte años Xi tendrá 99 años, Dios le guarde, y mi hijo pequeño, Dios le guarde más, no habrá cumplido los 30… ojalá los cumpla viendo que el mapa ético que se extiende con la democracia ha puesto su color en la inmensa mayoría de la Tierra.

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SARA ROJO

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