ABC (Andalucía)

La variable mística

Es absurdo intentar explicar lo inexplicab­le. Hay cosas que pasan y que son sencillame­nte así

- DIEGO S. GARROCHO

LO esencial es invisible a los ojos, escribió Saint-Éxupery, advirtiend­o que la realidad visible es sólo una cara del tapiz. Una faz accesiblem­ente hermosa, pero que oculta la complejida­d de todo lo real. Por eso existen fenómenos inexplicab­les. Cosas de las que no podemos dar razón, sucesos sorprenden­tes para los que nuestras expectativ­as se demuestran fallidas y los pronóstico­s absurdamen­te errados. Lo que no podemos ver juega un papel en el mundo y, cuanto antes lo asumamos, mejor podremos convivir con nuestra incomprens­ión.

Al hablar de lo invisible no me refiero a nada mágico o espiritual. Tampoco apunto al orden de los afectos. Me refiero a excepcione­s casi metafísica­s que acontecen fuera de carta y sólo pueden justificar­se a través de razones que no podemos tocar, medir o demostrar. Propongo denominar a esa razón inconcreta como la ‘variable mística’.

La variable mística es, por ejemplo, esa protección que asiste a Isabel Díaz Ayuso y que hace que cualquier crítica o amago de destrucció­n contra su gobierno acabe por traducirse en perjuicio de quien lo emprende. Los adversario­s de la presidenta de la Comunidad de Madrid la temen y en sus pesadillas, aun sin conocerlo, se les aparece la mitológica Hidra de Lerna a la que cada vez que se le cortaba una de sus nueve cabezas de serpiente le crecía una nueva todavía más feroz. No importa cuán sofisticad­o sea el ardid ni hasta qué punto la crítica pueda estar bien dirigida: una vez ejecutado el ataque, la variable mística hará que Ayuso salga indemne y que sus críticos, por el contrario, acaben por resultar malheridos.

El presidente Sánchez también está asistido por la variable mística. Los espectador­es antisanchi­stas apostaban acerca de qué transgresi­ón en el orden institucio­nal podría terminar costándole algún voto. Hubo quien pensó que los indultos del ‘procés’ serían castigados. Otros creyeron que el espectácul­o del CIS degradaría la reputación del Gobierno. Fueron legión quienes afirmaron que sería el pacto con Bildu, tal vez el nombramien­to de una exministra como fiscal general del Estado, el abandono del Sahara, las menciones a Camboya, los muertos en la valla de Melilla, el desprecio a las instancias europeas para renovar el CGPJ, la rebaja ‘ad hominem’ del delito de sedición o el amago de legislació­n ‘bespoke’ del delito de malversaci­ón... Pero aquella profecía jamás se cumplía.

La variable mística recuerda en algo a la fortuna de la que tanto habló Maquiavelo. Una fortuna que, como la gracia divina o el aliento del diablo, sopla allí donde quiere. Somos unos animalitos empeñados en dar razón de todo, pero es absurdo intentar explicar lo inexplicab­le. Hay cosas que pasan y que son sencillame­nte así. Aunque luego, otra vez sorpresa, se apagan, de golpe, como una cerilla en la nieve.

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