Los pueblos impulsan el autoconsumo colectivo de luz
Por toda Andalucía crecen las comunidades energéticas, asociaciones de personas, pymes y ayuntamientos para instalar placas fotovoltaicas, generar luz y ahorrar compartiendo la factura
primeros de mes, la rutina es siempre la misma: abrir el buzón, carta de la compañía eléctrica, ver el recibo, llevarse un disgusto. Invariable el «pero si yo no enciendo la calefacción y solo pongo el horno el domingo, por qué pago 80 euros de luz». ¿Y si la cuenta energética pudiese ser un 50 por ciento más baja? ¿Y un 60 o 70 por ciento? Es lo que han hecho ya muchos andaluces, que se han apuntado a lo que se conoce como comunidades energéticas y, en breve algunas, a más largo plazo otras, podrán producir su propia energía, verterla en la red, cobrar por el excedente y compartirla para ahorrar.
La idea es sencilla y, con el precio de la energía disparado, atractiva: «Cualquier ciudadano puede instalar placas fotovoltaicas en casa y, lo que no consuma, volcarlo a la red», explica Juan Carlos Expósito, concejal en el Ayuntamiento de La Rinconada, en Sevilla, y gerente de Gran Vega, que es la entidad que dirige su comunidad energética. «De esa forma la eléctrica te ‘recompra’ la energía que produces y reduces la factura», señala.
La clave de este asunto está en que hay quien no tiene espacio para placas solares. O bien vive en un piso sin azotea o su edificio tiene reservadas las zonas del tejado para maquinaria o para tender. En esos casos el ciudadano puede asociarse con otros y formar la comunidad energética y, como es el caso de La Rinconada, pedir al Ayuntamiento que ceda espacios donde instalar todos los aparatos necesarios.
En esta localidad sevillana, por ejemplo, el Consistorio ha cedido los techos de colegios o pabellones deportivos
Apara que se instalen placas fotovoltaicas. La energía que se produce se distribuye a los miembros de la ‘cooperativa’ y, si sobra, se devuelve a la red. Por esa luz, se cobra. El beneficio, señalan desde la Agencia Andaluza de la Energía, es triple: el ciudadano y las entidades ahorran, se fomenta el uso de energía renovable y, además, se forman redes de solidaridad entre los vecinos.
El sistema, sin embargo, tiene condiciones. Por ejemplo, no admite que los miembros de la comunidad energética se lucren. No vale repartirse en dinero los beneficios de la electricidad que se produce. «No puede haber lucro», subrayan desde la Consejería de Política Industrial y Energía. Sin embargo, sí que se puede tener beneficio. Lo explica Francisco García, el alcalde de Almócita, en Almería. «El dinero que se produce por el exceso de energía que se vierte a la red se puede invertir en cuestiones sociales del pueblo».
En esta localidad de 200 habitantes hasta el diez por ciento de la población está ya apuntada a la comunidad energética. «Pusimos placas en el techo de un teatro que tenemos en el pueblo con capacidad de 50 Kw», explica el regidor del municipio. De esos, más de 30 son excedentes, que quieren repartir entre quienes están en la cooperativa energética. «La idea es que, en el futuro, todo el mundo del pueblo esté dentro», añade García, quien se muestra «confiado en que, en cuanto se vean los descuentos en las facturas de la luz de los asociados, haya más vecinos que se animen».
Desde este Ayuntamiento calculan que, solo con ese excedente que pueden repartir, pueden bajar la factura de cada miembro de la comunidad energética en un 40 por ciento. Pero