ABC (Andalucía)

Vengan lavados

Sánchez es el arroz blanco, portasabor­es insípido que enseguida incorpora cualquier espíritu: por ejemplo, el del chequista

- GIRAUTA

QUÉ maneras de mozo de cuadra. Me vino a la cabeza una historia familiar: detenido y llevado a la temible checa del SIM, mi abuelo socialista se ve ante el comisario comunista de aquel agujero de tortura y muerte. El criminal desdentado, retrato de una etapa caracteriz­ada por el poder de los peores, nunca revelará la razón de un arresto que se despachará en cuestión de horas. Lo que perdura en la memoria de cuatro generacion­es es la manera en que el tipejo interrumpe la primera frase del militar que tiene delante: «¡Pa hablar conmigo te vas a lavar la boca!». Fuera de las escasísima­s crónicas familiares no había vuelto a oír semejante expresión hasta la llegada de Podemos a la política española. Otra aportación. Es paradójico que sean tan dados a mandar que los demás se laven.

La costumbre la ha heredado Sánchez, que, al no ser nada, puede ser cualquier cosa. Sánchez es el arroz blanco, portasabor­es insípido que enseguida incorpora cualquier espíritu: por ejemplo, el del chequista. Como tal trató a Feijóo. Pudiendo

tratarlo como un presidente al jefe de la oposición, prefirió fungir de comisario político insultando al detenido que le irrita porque se le ve más fino y más serio que a él. En vez de eludir el ridículo rebajando con un vasito de agua del ujier al chulo de playa que lleva dentro, lo azuza, lo jalea y lo suelta sin bozal ni nada. «¡Vengan lavados!». Calla, no es imposible que me equivoque y la frase de marras no proceda de la memoria democrátic­a de Sánchez sino del tráfico habitual de un local como el del suegro, donde ir lavado es ciertament­e importante. Pero si es así, ¡menuda mezcla de ambientes, Sánchez, hombre, que ida de olla! ¿Dónde creía usted que estaba? Regrese.

Aparte de la extemporán­ea irrupción del tema gomas y lavajes, que segurament­e también es memoria democrátic­a, el presidente marrullero aplicó todas las trampas de un fijo de ‘Sálvame’, tertuliano profesiona­l del corazón y la bragueta con el colmillo retorcido. Esa zafiedad facilona de los gestitos y las risitas y las caritas para poner nervioso al interlocut­or. Tiene suerte de que este fuera Feijóo, tan ajeno a las formas de los horteras vazquianos como a las maneras de los comisarios de checa. ¿De dónde habrá sacado el presidente esos trucos de cotilla mala de ‘Sálvame’ en pleno ensañamien­to? Pues de ahí, precisa y obviamente. De donde se alimenta la España culturalme­nte desahuciad­a a la que él encarna. Si a muchos nos parece un marciano y no nos explicamos este hundimient­o total, donde nada se salva, es porque somos ajenos, refractari­os en concreto a la iluminació­n de la telebasura, donde crecen las flores de plástico, la nada, y no respiran las del bien ni las del mal, que al menos ofrecerían un símil poético triste y bello a la derecha con el Albatros baudeleria­no: «Ses ailes de géant l’empêchent de marcher». ¿Gaviota? Albatros. Los marineros se divierten.

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