Pablo Álvarez
El ingeniero cuyo trabajo viajará a Marte
or la noche, Pablo Álvarez Fernández (1988) solía mirar las estrellas desde su pequeño pueblo leonés, en el que pasaba los veranos. Por aquel entonces no imaginaba que su futuro estaría tan ligado a ellas. Cursó Ingeniería Aeronáutica en la Universidad de León, al igual que su compañera García Alonso. Después hizo un máster en Ingeniería Aeroespacial en la Universidad Tecnológica de Varsovia (Politechnika Warszawska) en 2011. Ha trabajado para empresas como Airbus y Safran en países como España, Reino Unido y Francia.
Entre 2017 y 2020 estuvo involucrado en la misión ExoMars, el primer rover europeo que viajará a Marte. Él era el encargado de la integración de la unidad calefactora de radioisótopos, un instrumento creado entre la agencia espacial rusa Roscosmos y la ESA. Junto a su lengua materna, el español, Pablo habla inglés, polaco y francés con fluidez.
POncológicas (CNIO) en el grupo del reputado científico Mariano Barbacid. «Es una investigadora supercompetente y ha hecho un trabajo muy interesante en el tiempo que lleva en mi laboratorio», aseguró a ABC Barbacid tras conocer la noticia. «Me alegro muchísimo, porque me encanta mi trabajo», señalaba por su parte García Alonso. Aun así, tendrá que pasar exámenes médicos y una formación específica cada año, además de estar disponible para misiones que puedan requerir de sus capacidades, a priori alejadas del sector aeroespacial. «De pequeña, se me pasó por la cabeza, como a todos los niños, ser astronauta; pero no fue hasta que salió la oferta cuando me lo planteé en serio. Ser astronauta no es solo subirte a un cohete, es mucho más: es investigar, divulgar ciencia, crear inquietudes en las próximas generaciones; todo en un ambiente aventurero y multicultural. Creo que todo eso es lo que han visto en mí y lo que me hizo darme cuenta de que era el trabajo de mi vida».
Exámenes de 11 horas
Atrás quedan maratonianos exámenes de diez u once horas con contenidos que iban desde idiomas a orientación espacial, test psicológicos, pruebas psicométricas y prácticas, selección médica y dos rondas de entrevistas. «Esos días acabas muy cansado», decía Álvarez mientras García Alonso asentía a su lado. «Pero en ningún momento te planteas rendirte. Eres un afortunado por haber llegado hasta ahí. Estamos muy contentos y orgullosos, pero también sentimos mucha humildad». Todos los candidatos, sin distinciones, tenían que ser ciudadanos europeos con un grado y tres años de experiencia en áreas como Ciencias Naturales, Medicina, Ingeniería, Matemáticas o Ciencias de la Computación. También valía ser pilotos experimentados. Además, se requería hablar inglés con fluidez y se valoró el conocimiento de otros idiomas.
Los dos, que estuvieron acompañados en la rueda de prensa por la ministra de Ciencia, Diana Morant, explicaron que, aunque hayan sido solo ellos los elegidos, entre los candidatos españoles se ha creado una camaradería que no se acabará con las pruebas. «Ya existen colaboraciones en marcha y podemos esperar grandes cosas para el futuro», indicaba Álvarez.
Ambos, que por casualidad son leoneses y estudiaron en la misma universidad, explicaban que sus familias les apoyaron desde el principio. «Cuando te metes en algo así, es un poco como comprar la lotería, tienes las mismas probabilidades –afirmaba García Alonso–. Pero entonces empiezas a pasar pruebas, y empiezan a preocuparse». «Es difícil para cualquier padre o madre imaginar a su hijo montado en la punta de un cohete de camino al espacio», apuntalaba por su parte Álvarez. «Aun así, sin ellos esto no habría sido posible».