Tú a Qatar y yo a Casas-Ibáñez
Que Occidente premie y valore al que vuelve a trabajar con lápiz a la orilla propia me parece un avance y me consuela
S Iyo les digo Oba, así, sin más, igual se quedan como están, pero si les explico que se trata de un restaurante que acaba de ganar una estrella Michelin quizá les abra el apetito. Con la cocina pasa como con el fútbol, que solemos acumular tantas ganas de conocer buenas mesas como de ver buenos partidos. Porque no todas ni todos lo son. Lo sabe la FIFA y lo sabe Michelin. Por eso, seleccionan equipos y localizaciones, cada uno con sus criterios.
La excursión a Qatar se explica con billetes, con una nebulosa de dólares. Como el que va a montar un AVE a La Meca. Hacemos lo que sabemos hacer, cobramos el cheque y nos volvemos. Es el nuevo turismo, el económico, el que va por la pasta. Aunque, a la vez, nuestra herencia judeocristiana también tira y saca nuestro lado cruzados. Ahora también queremos futbolistas guerreros. Y santos. Y que marquen. Con los cantantes, igual. Por eso, dudo de si es mejor que Shakira no haya ido a Qatar o, para que no parezca que nos vendemos por un puñado de gasodólares, deberíamos haber mandado también a Rigoberta Bandini con la teta gigante incluida. Sí, desde la comodidad de la biblioteca calentita desde la que escribo ésta es mi reivindicación.
Pero esta columna iba de la estrella Michelin de Casas-Ibáñez, menos de 5.000 habitantes y a 7.000 kilómetros de Doha.
Los chicos de Oba llevaban unos años sorprendiendo a ‘gourmets’ urbanitas con su Cañitas Maite, un proyecto canalla y luminoso que homenajea la matanza manchega y te gana o te pierde con su donut de rabo de toro y sus carabineros en manteca de orza. El nombre de Oba-, así con guión, engaña por su brevedad. Supuestamente la palabra significa «raíz y sujeto de los principios más esenciales del ser humano, espíritu, instinto, alma o pensamiento». Ahí es nada. La palabra la inventó Bonifacio Sotos Ochando, gramático y lingüista del mismo pueblo, impulsor de una lengua artificial que a finales del XIX fue ensalzada por la Sociedad Linguística de París como uno de los mejores idiomas universales. De hecho, en él se basaría luego el esperanto. Otro lenguaje con vocación internacional, como el fútbol y la cocina.
Con esta filosofía han armado su última revolución los dos chefs de Oba-. Con un restaurante kilómetro cero puro que trabaja con un pequeño grupo de agricultores locales. La suya es la reivindicación pequeña, pero posible. La cruzada ‘in situ’. Por eso, que Occidente premie y valore al que vuelve a trabajar con lápiz a la orilla propia me parece un avance y me consuela. Como que no todo está perdido, ni vendido.
Dicho lo cual, estos son hoy mis criterios y estas mis localizaciones. Y para los que no puedan viajar a Qatar, pero tengan mono de Mundial, un extra: Casas-Ibáñez está a diez minutos por carretera de Fuentealbilla, el pueblo de Andrés Iniesta. Por si, mientras buscamos otros, nos sentimos huérfanos de héroes de Mundial.