A por tabaco
CUALQUIER día veremos a Félix Bolaños haciendo el ridículo en el programa de Évole. Al tiempo. Será una especie de ‘déjà vu’, porque es algo que ya hemos vivido. Lo hicimos con Iván Redondo, que en su momento parecía el auténtico líder de la política patria, la mente pensante, inteligente, astuta, brillante, el presidente en la sombra, el que movía los hilos, el diseñador de estrategias infalibles... hasta que fue defenestrado y en una noche demostró no ser más que un ególatra instalado en el desvarío. Bolaños tiene más exposición pública que Redondo, por lo que asoma más la patita. No en balde es nuestro actual ministro de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática. Todo eso es. Hoy lo es. Veremos mañana. Porque le llegará la hora. Como antes les llegó a tantos y tantos que crecieron a la sombra de Pedro Sánchez y a los que pasó a cuchillo cuando dejaron de servirle o no le bailaron el agua.
Le ocurrió también a Antonio Hernando, que fue su fiel escudero hasta que el partido se rebeló. En aquel pulso, cuando su jefe parecía estar tocado y hundido, Hernando se puso del lado de los barones. Pero ya saben cómo acabó. Sánchez se rehizo de sus cenizas. La ‘resiliencia’ es lo que tiene, bien lo sabe Susana Díaz. Y bien lo sabe Hernando, que fue defenestrado. Luego vivivieron idéntica experiencia Maxim Huerta, José Luis Ábalos, Juan Carlos Campo, Carmen Calvo y alguno más. Así que lo de Bolaños no es más que cuestión de tiempo. Sus enemigos sólo tienen que sentarse y esperar a ver su cadáver político. Pero hasta que ese momento llegue, seguiremos asistiendo a sus lamentables intervenciones, tanto en el Congreso de los Diputados como ante los medios de comunicación. La última, con motivo de la polémica salida de la Guardia Civil de Navarra, quedará para los anales de la historia parlamentaria. Ya están escritas –con letras de oro– las impecables palabras del diputado de Navarra Suma, Carlos Adanero, denunciando la «política de miserables» del Gobierno por pactar con Bildu para echar «a los que dieron su vida por España». «Con Bildu no se puede pactar nada, pero pactar algo sobre la Guardia Civil es un insulto». Un discurso impoluto. Intachable. Tan certero como patética fue la respuesta de Bolaños. El ministro de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática –él es todo eso y mucho más– tiró del manual de tópicos socialistas, de ideas preconcebidas y preparadas para la ocasión. Que si las competencias de las autonomías, que si el PSOE luchó «durante 140 años contra el totalitarismo franquista y el totalitarismo terrorista». El totalitarismo franquista. El fascismo. Otra vez. En boca de un tipo que vino a la vida cuando Franco estaba ya criando malvas. Todo por no reconocer que esta, como tantas otras, no es más que una nueva concesión de su jefe a sus socios. Y sin saber que cada día que pasa es uno menos para que ese mismo jefe le mande a por tabaco. Como a tantos otros.
Antes o después Pedro Sánchez pasará a cuchillo a Félix Bolaños, como ya ha hecho con tantos otros; hasta entonces seguiremos sufriendo sus desvaríos