ABC (Andalucía)

«Necesito hacer un viaje espiritual, no ser solo una diva cantando las notas»

La cantante interpreta a Suor Angelica en ‘Il trittico’ de Puccini este domingo en el Liceo de Barcelona

- PEP GORGORI

servadora de pintura moderna del Museo Thyssen– se ha instalado en las salas 48 a 52 de la colección permanente en la primera planta del museo. Ha sido posible gracias al apoyo del presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski (se espera que diga unas palabras a través de un vídeo durante la inauguraci­ón el próximo lunes); el ministro de Cultura ucraniano, Oleksandr Tkachenko; el Ministerio de Cultura de España; Museums for Ukraine y Francesca Thyssen-Bornemisza, hija del barón y patrona de la Fundación Colección Thyssen-Bornemisza, quien ha impulsado el proyecto desde sus inicios y ha facilitado las complejas negociacio­nes para traer estas obras a España.

En declaracio­nes publicadas por ‘The Guardian’, esta última subrayó que «es la exportació­n más grande e importante del patrimonio cultural de Ucrania desde el comienzo de la guerra. Llevar estas obras a un lugar seguro no estuvo exento de riesgos. El Ejército ruso ha demostrado una falta de respeto constante a los pactos de la Convención de La Haya». La guerra de Rusia en Ucrania, prosigue, «no consiste solo en robar territorio, también en controlar el patrimonio cultural de la nación». Completa la muestra un simposio que reunirá a destacadas figuras culturales europeas, quienes abordarán la solidarida­d cultural en tiempos de crisis.

Akinsha, por su parte, añade a ABC: «Esta exposición tiene, por supuesto, un valor añadido al propio de las obras que hemos sacado, porque la cultura ucraniana también está en peligro, es una de las víctimas de la guerra. Más de 500 edificios, monumentos y museos han sufrido daños. Por eso la exposición es tan importante, porque funciona también como un poderoso recordator­io de lo cerca que estamos, también, de un nuevo desastre cultural».

La soprano Ermonela Jaho (Tirana, 1974) está a punto de encarnar a Suor Angelica en el Liceo de Barcelona, en ‘Il trittico’ de Puccini. Es una protagonis­ta asidua del Metropolit­an de Nueva York, de la Royal Opera House de Londres, y vive un idilio con España: no falta en las temporadas del Liceo, y del Real, pero también se prodiga en Oviedo, Sevilla, Valencia, Bilbao… Nos cita tras un ensayo, pero me propone que acuda al teatro una hora antes para verla trabajar.

—Es la primera vez que alguien me invita a asistir a un ensayo antes de una entrevista sin que yo se lo pida.

—En los ensayos ves cómo se van uniendo todas las piezas, es donde todo sucede. A veces es difícil para mis colegas invitar a periodista­s. Prefieren que no se los vea ensayando. Pero yo pienso que es un momento muy bonito, cuando nos equivocamo­s, tenemos que empezar una y otra vez, trabajamos juntos. No somos perfectos, tenemos que equivocarn­os porque es lo que acaba uniendo a todo el equipo y creamos una familia.

—No es usted de las que llegan al teatro dos días antes del estreno.

—No. Si lo haces, no logras crear esa familia. Es por lo que amo al Liceo, porque siempre nos dan tiempo de ensayar. No puedes venir dos días antes, pensando que eres la diva, que cantas tu parte y ya está. El público se maravillar­á con tu voz, pero la música es otra cosa. Aunque tengas la voz más potente y más bella y con la mejor técnica del mundo, tras diez o quince minutos de función la sorpresa ya ha pasado. Y te quedan horas por delante. El público necesita algo más.

—¿Ese algo más es lo que hace que su Suor Angelica emocione tanto?

—Angelica tiene un lugar especial en mi corazón. Cuando me llamaron para cantar Suor Angelica en Londres no la había cantado nunca antes. Yo había perdido recienteme­nte a mi padre y a mi madre. No había podido ni siquiera llorar, estaba en otro mundo. No comenté nada a nadie, porque no quería que me compadecie­ran. Opté por guardarme esa tragedia y canalizarl­a a través de la música. En el ensayo general, cuando Angelica es finalmente informada de que su hijo está muerto, lloré por mis padres por primera vez. Ya no era la joven madre, Angelica, que ha perdido a su hijo, sino Ermonela, la hija que ha perdido a sus padres. Por eso impacté al público. No por la técnica, ni por la voz. Desde entonces, para mí, cuando subo al escenario es como si lo hiciera por primera y última vez en la vida. Voy al límite. Después de treinta años de carrera, necesito hacer un viaje espiritual, no ser solo una diva cantando las notas. El teatro se creó en la Grecia antigua para lograr una catarsis, y es lo que seguimos buscando. Para mí es también una terapia. El dolor conecta a los seres humanos. En el escenario tenemos que dejarnos ir. Me siento muy afortunada de poder hacerlo.

—Oiga, ¿y no es agotador? Porque Suor Angelica muere, pero Ermonela

❝ «Cuando subo al escenario es como si lo hiciera por primera y última vez en la vida. Voy al límite»

luego tiene que seguir su vida...

—Sí, lo es. Acabo muy emocionada, y a veces la emoción me dura toda la noche. Aunque haya cantado un papel más de cien veces. O, como ‘La Traviata’, casi trescienta­s. Voy siempre más y más al fondo. Algunas veces, cuando te has entendido bien con el director, con la orquesta, con el equipo, es una sensación tan poderosa que cuando salgo a saludar siento como si flotara, e incluso he necesitado cogerme a alguien, o a algo.

—¿Por qué no graba usted más a menudo?

—Prefiero las actuacione­s en directo. El disco ‘Anima rara’ es el resultado de la búsqueda de algo novedoso, necesito explicar algo diferente. Hoy en día las discográfi­cas piensan en términos de negocio, o corrección política, de todo menos música. Y para mí, lo siento, la música es mi terapia, mi catarsis. Si tengo propuestas interesant­es, grabaré cinco, diez, cien discos, pero si se trata solo de negocio, no es para mí.

—¿Cómo se siente en el terreno del lied?

—Canté mucho, y también música barroca, al inicio de mi carrera. Me gusta mucho el lied, y también la música española, que voy a incluir más a menudo en mis recitales. Rodrigo, Falla, Albéniz... Nos une el Mediterrán­eo, llevamos fuego en nuestra sangre. También cantaré en catalán, por cierto. Y zarzuela. He estado viniendo a España a trabajar mucho tiempo, y creo que es mi deber valorar el patrimonio de un país que me ha dado tanto.

—Usted nació en la Albania comunista, vivió de cerca la guerra de los Balcanes… ¿cómo ve ahora la guerra de Ucrania?

—¡Oh, Dios! No aprendemos del pasado. Si lo hiciésemos, no volveríamo­s a llegar a este punto. Da igual quién tenga razón, quien sufre es la población de ambos países. Todo gira alrededor del poder. Poder, poder, poder, más poder. Pero, ¿para qué? Todos moriremos algún día. ¿Qué harán entonces con el poder?

—Quizás tengan una tumba más grande y bonita.

—¡Pero seguirán estando muertos!

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// JOAN MATEU PARRA Ermonela Jaho, en Barcelona, el pasado lunes
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// NATIONAL ART MUSEUM OF UKRAINE Montaje de las obras en el Museo Thyssen

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