ABC (Andalucía)

∑El menú de España lo marcan las nutricioni­stas y los médicos, pero el chef pone el toque final para mantener felices y bien alimentado­s al plantel

Gazpacho andaluz y ensaladas con 60 ingredient­es

- JAVIER ASPRÓN DOHA

odrigo Vargas es el culpable de lo bien alimentado­s que están los futbolista­s de la selección, el que pone la sal y la pimienta a los menús del equipo para mantenerlo­s sanos y fuertes. Lleva tras los fogones de España desde 2010, primero junto a Javier Arbizu y ahora, tras la jubilación del navarro, en solitario. Dice que llegó al puesto de casualidad, pero en la Federación saben bien de su toque. Aterrizó hace casi dos décadas, poco después de que se inaugurase el hotel-residencia de la Ciudad del Fútbol de Las Rozas, para ocuparse de esas cocinas. Cuando no hay torneo sigue siendo su principal ocupación. «Al principio había restaurant­e a la carta, pero ahora lo que más hacemos son eventos y actos con patrocinad­ores». Con anteriorid­ad se curtió en restaurant­es con estrella Michelin aprendiend­o de los grandes maestros. «Desde los 20 años estoy metido en la cocina y no lo cambiaría por nada».

La experienci­a es un grado, y para el Mundial de Qatar no ha habido el mínimo resquicio para la improvisac­ión.

R«Los proveedore­s ya los tenemos buscados y los menús los hacen las nutricioni­stas y los médicos. Cuando llegamos solo tenemos que comprobar la materia prima y quedarnos con la que más nos conviene. En este caso no nos hemos llevado nada desde España».

¿Y cómo es un menú típico de un jugador de la selección? «El de las tres primeras semanas ya está hecho. Lo marca Toscana Viar, la nutricioni­sta. Es un buffet de ensaladas, otro buffet caliente y luego fruta y un postre cada día: natillas, arroz con leche... Ahora todo es en plan ‘healthy’. Está muy cuidado». Las ensaladas tienen su particular­idad. Quien espere una mixta de toda la vida se equivoca. Las de la selección tienen cerca de sesenta ingredient­es. Tampoco faltan nunca la pasta, el arroz, el gazpacho o el salmorejo. En cuanto a caprichos, la tortilla de patatas es la estrella. «Después de las tres primeras semanas hay que ir cambiando más cosas para no aburrir. Ahí entro yo también a jugar un poco, a dar ideas». Asegura Rodrigo que este grupo no da problemas con la comida. «Son muy agradecido­s».

En la residencia de la Qatar University los cocineros locales se han puesto a su disposició­n. Su labor principal es coordinar y ver que sus órdenes se cumplen, aunque los platos calientes siempre llevan su sello. «Me ayudan picando o cortando, pero tengo que ser yo el que esté pendiente». Su tarea se amplía con el grueso de la expedición que acompaña a la selección. En total, cerca de un centenar de personas para las que cocinar a diario. «El menú para los empleados es el mismo, pero les refuerzo el postre y también el desayuno, donde se pone bollería. Hay algo más de grasa».

El producto qatarí cumple con sus expectativ­as, aunque echa de menos algo de cerdo, claro. No siempre ha sido así. «En Rusia nos costó encontrar pescado en condicione­s. Al final lo conseguimo­s, pero a qué precio».

El peor momento

Hace un par de años una grave enfermedad lo apartó de sus obligacion­es y le hizo replantear­se la vida. Hoy, plenamente recuperado, disfruta otra vez de los fogones y del ambiente de un Mundial. «España es mi equipo. Igual tengo otro, pero no se puede decir», cuenta con una sonrisa mientras pide incluir en el reportaje a Ángel, el ‘maitre’, que justo en ese momento pasa por ahí. Es el enlace entre la cocina y los jugadores. «Yo solo me ocupo de que salga la comida caliente. Él, junto a Gonzalo, el camarero, está pendiente de que todo esté a gusto de los jugadores».

¿Y cuál es el hobby de Rodrigo? «Mis hijos y cocinar. Cuando vuelvo a casa después del trabajo también me encierro a preparar cualquier cosa». A eso se le llama pasión.

Portugal dejó hechos los deberes y llegará con tranquilid­ad a la última jornada tras ganar el duelo de favoritos del Grupo H ante Uruguay y sellar su pase a octavos. Decidió un doblete de Bruno Fernandes, héroe de los lusos en un encuentro que complica la vida a la selección celeste, por más que siga con opciones de clasificac­ión. Necesita vencer a Ghana y, en caso de que Corea ganase también a Portugal, hacerlo por una renta mayor de tres goles.

Portugal ofreció más en la primera mitad. Imprimió un ritmo elevado al que Uruguay se tuvo que sumar para no quedar retratado. Hubo duelos interesant­es, en especial el que mantuviero­n Giménez y Joao Félix. El central repartió estopa a su compañero de equipo como si no le conociese de nada. A Godín le tocó bailar con Cristiano, y mientras le aguantó el físico pudo contenerle. En ese inicio Uruguay demostró oficio defensivo para que el dominio del balón de los lusos quedase en nada. Solo los disparos lejanos de William Carvalho y Bruno Fernandes llevaron peligro, pero faltaba puntería.

Uruguay parecía sometida hasta que una jugada excelente de Bentancur les revivió a la media hora. El mediocentr­o robó un balón en el centro del campo y lo dirigió en eslalon sorteando rivales hasta plantarse cara a cara frente a Diogo Costa. El guardameta tapó lo justo para evitar el tanto. Ahí, la celeste se dio cuenta de que si no era por juego podía ganar por fe. Con Fede Valverde más apagado que en el debut fue Bentancur quien asumió el protagonis­mo. Otra galopada suya pocos minutos después dejó el balance de ese primer acto en tablas. La mala noticia fue la lesión de Nuno Mendes, que se marchó llorando del terreno de juego, dando a entender que su Mundial ha terminado.

A la vuelta del vestuario siguió el mismo patrón, con la diferencia de que Portugal comenzó a encontrar los huecos que se le negaban antes. Joao Félix lo tuvo cerca con un disparo cruzado que se fue rozando el palo, y en la siguiente llegó el gol. Bruno Fernandes centró desde la izquierda para que Cristiano Ronaldo peinara hacia la portería de Rochet. La duda es si la estrella portuguesa llegó a rozar la pelota. Él lo celebró como propio, pero por los videomarca­dores le otorgaron la autoría a Bruno Fernandes. Así quedó reflejado en el acta.

Antes, el juego se había interrumpi­do a causa de un espectador que saltó al campo con una bandera de la paz (con los colores de la bandera LGTBI invertidos y la palabra ‘Pace’ escrita en ella). Su carrera por el césped acabó en tremendo placaje. Le tocó al árbitro, el iraní Faghani, retirar la bandera del campo.

Diego Alonso gastó la bala de Luis Suárez a falta de veinte minutos. Entró junto a Maxi Gómez en un cambio de cara absoluto de la delantera charrúa. Fue este último quien más cerca estuvo del empate con un remate durísimo al palo nada más salir. Uruguay ponía corazón en sus ataques, pero el apremio jugaba en su contra. A Suárez también se le escapó por milímetros la suya, y poco después era Diogo Costa quien salvaba a su equipo en otro mano a mano ante De Arrascaeta.

Los riesgos del final dejaron demasiado expuesta a la defensa de Uruguay, y ya con el tiempo cumplido un penalti por mano de Giménez amplió la ventaja lusa. Marcó Bruno Fernandes para lograr el doblete. Ese tanto, en principio intrascend­ente, podría decidir una clasificac­ión.

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// GUILLERMO NAVARRO Rodrigo Vargas, cocinero de la selección, en las cocinas de la Ciudad del Fútbol
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// ABC Un espontáneo saltó al campo con la bandera arcoíris

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