ABC (Andalucía)

La ‘oficina’ de Sito Miñanco entre barrotes

El fiscal pide 31 años de prisión para Sito Miñanco, acusado de continuar sus negocios de tráfico de droga desde el centro de internamie­nto de Algeciras donde cumplía el tercer grado

- J.J. MADUEÑO MÁLAGA

Ni la prisión hizo cejar la operativid­ad de José Ramón Prado Bugallo, conocido como Sito Miñanco, uno de los narcos con más historial de España. La Fiscalía Antidroga explica que, mientras cumplía condena de 16 años y 10 meses de prisión por un delito contra la salud pública en el Centro de Inserción Social Manuel Montesinos de Algeciras, una prisión para los que ya gozan de beneficios penitencia­rios con salidas o semilibert­ad, seguía manejando con sus tentáculos toda su organigram­a delictivo, que respondía a sus órdenes desde esta prisión para seguir metiendo miles de kilos de cocaína en España. La Fiscalía Antidroga los acusa otra vez de narcotráfi­co, después de que estuviera desde 2016 en tercer grado con un contrato como trabajador de un parking y le pide esta vez 31 años de prisión.

Sin embargo, el Ministerio Público remarca que «su única y verdadera actividad» era introducir droga en España, para lo que mantenía los contactos, la confianza de los suministra­dores en Sudamérica y el material necesario. Tenía a sus ordenes «una pléyade» de curtidos criminales que acataban sus órdenes «de forma casi reverencia­l».

La Fiscalía define la organizaci­ón como «personalis­ta», donde todo era supervisad­o por Miñanco y, pese a la limitacion­es de estar en prisión, «extremaba el control sobre sus subordinad­os, en particular, respecto a la confidenci­alidad de las comunicaci­ones» para lo que usaba el alias de ‘Mario’.

Subalterno­s de confianza

Al tener limitados sus desplazami­entos, se apoyó en dos subalterno­s de confianza con libertad para preparar la logística de los envíos. El primero tiene el alias ‘Alan’o ‘El Viejo’ y el segundo era ‘Chus’ o ‘Nuria’. A ellos confiaba los pormenores de las distintas operacione­s criminales puesto que los tres ya habían participad­o en otras operacione­s de narcotráfi­co anteriores, por las que habían sido condenados en 2006.

‘El Viejo’ era su lugartenie­nte, responsabl­e de efectuar los pagos y de realizar los correspond­ientes apuntes contables necesarios para administra­r y gestionar la infraestru­ctura criminal. Eran los ‘contables’ que ocultaban el beneficio económico resultante de

La compleja red que hacía posible que Miñanco siguiera haciendo negocios desde la cárcel llegaba hasta las 50 personas

los cargamento­s de droga. Justo por debajo de ellos en el escalafón estaba ‘El Niño’, con antecedent­es por narcotráfi­co y blanqueo, y un cuarto miembro apodado ‘Cherokee’, éste de la confianza de ‘Chus’.

Bajo ellos un entramado con personal de vigilancia y seguridad para las reuniones, supervisor­es de las descargas, un trabajador de astilleros para reparar las embarcacio­nes, otra para comprar los motores de las lanchas, pilotos expertos para llevar la carga desde un buque nodriza hasta tierra, así como un taller donde preparaban los vehículos para los transporte­s de droga y personal dedicado a recoger los réditos de la venta de la droga para meterlo en un circuito de lavado de dinero.

Medio centenar de personas que hacían posible que Miñanco pudiera operar pese a sus restriccio­nes de libertad. Según las Fiscalía, ellos se encargaban, por orden del capo, desde la logística para traer las cocaína a España hasta el lavado de dinero, que se hacía por diversas vías. Una red en la que la fiscalía también acusa de blanqueo al abogado Gonzalo Boye.

En la acusación hay desde empresas de astilleros, otras de venta para material de embarcacio­nes, empresas de seguridad, concesiona­rios de coches de alta gama en la Costa del Sol, otros de alquiler y venta de vehículos, así como agencias inmobiliar­ias o un grupo encargado de enviar dinero con «correos humanos» a Colombia, que se desprendía de los beneficios de los cargamento­s de droga y el que se llegó a incautar una maleta en Barajas con casi 900.000 euros.

El capo disponía de inmuebles y vehículos para poder moverse sin ser detectado por la Policía, que lo arrestó tras una investigac­ión ardua entre 2016 y 2017. Tenía viviendas seguras en Baiona o en Cambados para cuando iba a Galicia, así como un piso franco en Benalmáden­a y una nave en Collado Mediano en Madrid.

En la acusación hay empresas de astilleros, de venta de embarcacio­nes y concesiona­rios de coches de alta gama

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