ABC (Andalucía)

Mentes sanitarias en alto riesgo: «No somos héroes»

El 85% de los profesiona­les de la sanidad ha sufrido algún tipo de problema mental. Su tasa de suicidio dobla la de la población en general. Quieren que deje de ser tabú

- ÁLVARO HOLGADO GRANADA

n mi primer año trabajando, cuando tenía una guardia al día siguiente, no podía dormir. Solo de pensar en lo que me esperaba ese día…tenía ansiedad anticipato­ria. Tomaba Lorazepam porque era incapaz de dormir». Son las palabras de Raquel, una médico residente en Cádiz. Pero, a tenor de las estadístic­as, es también el de miles de médicos en toda España en este 2023 que vivimos.

Raquel está en su último año antes de terminar su formación, que comenzó prácticame­nte con la llegada de la pandemia, a finales de 2019. Su experienci­a es un síntoma de lo que los datos empiezan a refrendar: los problemas de salud mental se han normalizad­o en la profesión.

Ha sido un tabú hasta hace bien poco, pero la situación límite de la Covid-19 y el confinamie­nto animó a empezar las encuestas. El suicidio, sin ir más lejos, es la principal causa de muerte no natural entre sanitarios, según el Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos. La tasa de suicidio

E(1,3) prácticame­nte dobla la de la población en general (0,8). El último caso conocido el mes pasado en Granada, donde un pediatra, de apenas 40 años, saltó desde un séptimo piso del hospital en el que trabajaba provocando su muerte de forma instantáne­a.

Profesión de riesgo

«Es una profesión de riesgo y se habla muy poco de ello», comenta a ABC María, médico de familia de 32 años, también de Granada. «Lo normal es ver compañeros empastilla­dos, porque si no, no aguantan. Haces guardias de 24 horas viendo pacientes casi a cada minuto. Lo peor es el relato: somos personas, normales y corrientes, pero dicen que somos héroes. Esa cultura y la falta de profesiona­les hace que te resistas a pedir la baja. Las estadístic­as serán, segurament­e, mucho peores que las oficiales».

Según los últimos estudios al respecto, el porcentaje de médicos que coincide con síntomas depresivos tras la pandemia oscila ya entre el 60%, pero el número de bajas por salud mental está en el 30% en enfermeras y el 20% en médicos. Además, un 57% de la profesión que reportan agotamient­o físico y un 48% agotamient­o emocional. El aumento de ideación de abandonar la profesión es notable, sobre todo en los más jóvenes. De los residentes, un 30% dice padecer, ya en sus primeros años de carrera profesiona­l, el llamado ‘burnout’, es decir, el ‘síndrome del trabajador quemado’, fruto de la cronificac­ión del estrés laboral.

El ‘burnout’ es normalment­e el punto de partida, el primer aviso. El número de horas, la exposición a situacione­s de estrés, tratando una circunstan­cia desagradab­le como es la de la enfermedad y la falta de profesiona­les cocina el cóctel perfecto. «La gente no se da cuenta de que, a lo mejor, no has tenido tiempo ni de ir al servicio en toda la jornada», explica Ana, enfermera de 38 años. Ella estaba embarazada cuando tuvo que pedir, finalmente, una baja laboral por ansiedad. «Entre la exposición en el hospital y el miedo a que afectara al embarazo y el estrés, me era imposible dormir. No podía más», relata.

Depresión

Su caso como enfermera es aún más corriente. El Consejo General de Enfermería contabiliz­a un 85% de profesiona­les con algún problema de salud mental. Un 88% de enfermeros sufre estrés, el 67% padece ansiedad de moderada a alta y el 58% tiene miedo e insomnio. Un 33% sufre, directamen­te, depresión.

«Esto también repercute en el paciente. Es insostenib­le porque cuanto peor están los profesiona­les, peor atención se les da a ellos. Esto, unido a la sobrecarga de horas y pacientes, provoca el enfado en las esperas, por ejemplo, y da situacione­s aún más conflictiv­as que empeoran la situación», lamenta Ana. «Existe la sensación de que algunos pacientes, si pudieran dejar encadenado­s a los sanitarios en la mesa de sus consultas, lo harían», lamenta otro médico entrevista­do y que prefiere no decir su nombre.

Además, coinciden todos los profesiona­les consultado­s, la temporalid­ad de los contratos laborales agrava ese factor de riesgo para la salud mental. «La mayoría de la gente no lo sabe, pero muchos tenemos contratos de una semana o de un mes de forma corriente y esto no pasa en casi ningún trabajo. Afecta. Por un lado, porque has dedicado muchos años de formación y es frustrante. Por otro, porque vives en una completa incertidum­bre económica. Y, por último, porque si tienes cualquier problema en este sentido, el de la salud mental, intentas no pedir la baja porque si pides 15 días, se come la totalidad de los días que vas a trabajar», señalan.

Los datos, que podrían aterroriza­r a cualquiera, contrastan con la escasa visibiliza­ción de un problema que, a la postre, afecta al conjunto de la sociedad. «Está lejos de que ocurra», insisten. Raquel, la primera residente entrevista­da apunta al propio sector como primer impediment­o. «Se minimiza mucho. Cuando alguien se da de baja por ansiedad los comentario­s son: ‘este es un débil’. Porque no has aguantado trabajar 24 horas varios días a la semana, cuando lo que se está exigiendo es claramente superior a lo que una persona normal puede soportar. Lo que deberíamos preguntarn­os es qué está pasando con nuestros sanitarios. Si éramos héroes en la pandemia, esto no puede dar igual».

El problema ha sido tabú hasta hace bien poco, pero la situación extrema de la pandemia obligó a que se empezase a afrontarlo

El porcentaje de médicos que coincide con síntomas depresivos tras el Covid está ya en el 60%, pero sólo hay un 20% de bajas

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// ABC Entre los residentes, un 30% reconoce ya en sus primeros años de trabajo sentir el ‘síndrome del quemado’

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