ABC (Andalucía)

La rara mutilación del cadáver de Alfonso X: ¿dónde están enterrados sus restos?

► El monarca fue eviscerado y las partes de su cuerpo repartidas por toda España

- MANUEL P. VILLATORO MADRID

ARCHIVO ABC

La parca atropelló a Alfonso X el 4 de abril de 1248, allá por el sur de la península. La crónica más antigua sobre el fallecimie­nto del monarca nos ha llegado de la mano del canónigo toledano Jofré de Loaysa. Lo llamativo es que lo hizo de una manera escueta, con apenas una frase: «Sorprendió la muerte al ínclito rey en la ciudad de Sevilla». Y poco más, vaya, más allá de alguna curiosidad planteada por los escribas como que se despidió en paz.

Fallecido el Sabio, a descendien­tes y religiosos se les planteó la disyuntiva de dónde debían ser enterrados sus restos. Y ahí arrancó la controvers­ia. Al comenzar su reinado, el monarca había solicitado ser inhumado en la catedral de Cádiz. Pero el buen mandatario cambió de opinión después de recuperar Murcia y ordenar su repoblació­n. La ciudad ejerció sobre él un magnetismo especial; hasta el punto de que fundó en ella el monasterio de Santa María. Y qué mejor sitio para pasar sus últimos días que ese edificio. Aunque también estableció como segunda

Sevilla.

Pero las disposicio­nes no acababan en ese punto. Alfonso X también ordenó que los cirujanos extrajesen el corazón de su cadáver y lo llevasen hasta Jerusalén: «E otrosi mandamos que, luego que finaremos, nos saquen el corazon e lo lleven a la sancta tierra de Ultramar, e que lo sotierren en el monte Calvario».

Y, como remate, ordenó que le sacasen las entrañas y las guardasen o bien en el monasterio de Santa María, o bien donde el cuerpo «oviere a ser enterrado».

El cadáver del monarca terminó en Sevilla. Para ser más concretos, reposó durante sus primeros años en la Capilla Real de la Catedral. Y así permaneció hasta 1948, cuando se levantó un nuevo sepulcro durante la celebració­n del séptimo centenario de la conquista de la ciudad por Fernando III el Santo. Así lo explicó ABC: «Con motivo de la solemne conmemorac­ión […] han comenzado las obras que completará­n la gran riqueza decoopción rativa que le diera señorial carácter, para contener […] entre otros, los restos mortales de don Alfonso X el Sabio».

Su corazón no tuvo la misma suerte: la guerra que desangraba Tierra Santa hizo imposible que acabase en Jerusalén. Y otro tanto pasó con sus entrañas. Tras dar algunos tumbos por Murcia, el uno y las otras terminaron por desccansar en la Catedral de la urbe. Así lo estableció el empperador Carlos V en una cédula fechada en Toledo el 5 de agosto de 1525: «Por ser justo que las dichas entrañas de dicho rey estén en el lugar e parte más pprincipal y preminente que en la dicha iglesia hubiere, yo vos mando que luego hagáis sacar las dichas entrañas del dicho rey don Alfonso, donde quiera que estuvieren, e las hagáis enterrar en la capilla mayor desa dicha iglesia».

Al final, el destino quiso que no pudieran cumplirse las últimas disposicio­nes de Alfonso X. No siempre se gana, su majestad.

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// ABC Alfonso X, representa­do en el ‘Libro del axedrez, dados e tablas’
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ABC Sevilla 26-09-1947

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