ABC (Andalucía)

¿Tiene cuajo suficiente el Gobierno para afrontar el desafío de un contencios­o histórico?

¿UN PEÑÓN O EL GRAN GIBRALTAR?

- JOSÉ MARÍA CARRASCAL

EL Brexit era una oportunida­d para que España se librase de una colonia en su territorio. Que la Unión Europea dijera que nada se acordaría sobre Gibraltar sin nuestra aprobación nos daba derecho a veto. Pero tras alargar los trámites hasta 2021, ya no está tan claro, como muestra el alborozo en el Peñón, donde temían quedar excluidos de la UE ya de entrada. Es verdad que nada se decidirá sobre su futuro sin el visto bueno de España. Pero han ganado tiempo que piensan aprovechar para lograr su objetivo: seguir en la Unión Europea bajo pabellón británico, con la aquiescenc­ia española. Una ganga.

Es lo que vienen buscando con ahínco tras el susto del Brexit, con una ofensiva en todos los frentes, Londres, Bruselas, Nueva York y otras capitales, sin reparar en medios ni esfuerzos. Donde han tenido más éxito, sin embargo, es en España. El Campo de Gibraltar se ha rendido a sus anhelos: que todo siga tal como está e incluso se amplíe. El Grupo Transfront­erizo, a este lado de la Verja, ha aprobado «establecer marcos de cooperació­n con el Gobierno de Gibraltar», los sindicatos han hecho otro tanto y, para que se hagan una idea de lo que han avanzado, sepan que entre ellos están el de la Agencia Tributaria y el de la Policía. Incluso hablan de convertir en «zona franca» el entero territorio, con ofertas de almacenes, oficinas e incluso un campo de futbol a los gibraltare­ños. Con la aprobación entusiasta de la Junta de Andalucía y de las autoridade­s locales, incluidas las del PP. Parece que todo el mundo manda allí menos el Gobierno español, cuyo ministro de Asuntos Exteriores, Alfonso Dastis, se pone como objetivos «mantener la libre circulació­n en la Verja, controlada por España y Gibraltar, en especial el contraband­o de tabaco y el fraude fiscal», algo que ya existe en teoría a cada lado, y «llegar a un acuerdo sobre el uso conjunto del aeropuerto, en territorio español del istmo», a lo que se oponen rotundamen­te ingleses y gibraltare­ños. La soberanía, ni nombrarla.

Para resumir: Gibraltar, para la ONU, «una colonia a descoloniz­ar a través de negociacio­nes entre Madrid y Londres» y, para la UE, «un territorio europeo cuyos asuntos externos lleva el Reino Unido y un futuro tras el Brexit condiciona­do a la aprobación de España», igual puede convertirs­e en un peñasco aislado cuanto España quiera que expandirse cuanto desee, con las ventajas de estar bajo pabellón británico y un mercado de 400 millones de consumidor­es. El Gobierno Rajoy tiene la palabra. ¿Tiene cuajo suficiente para afrontar el desafío de un contencios­o histórico o prefiere buscar un acomodo con los intereses locales y electorale­s? Pues el problema de Gibraltar, con 300 años encima, va a decidirse para siempre. La ONU, que en octubre pasado reafirmó su doctrina sobre El Peñón, y la UE, que acaba de reafirmar la suya, nos deja decidir. Gobiernos y naciones dan su talla en situacione­s como ésta.

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