China cierra la política mientras promete abrir la economía
Concluye la Asamblea Nacional tras perpetuar a Xi Jinping como presidente
Como la clásica pareja del «poli malo, poli bueno», el presidente de China, Xi Jinping, y su primer ministro, Li Keqiang, interpretaron ayer dos roles antagónicos en la clausura de la Asamblea Nacional Popular, la reunión anual del Parlamento orgánico del régimen. Mientras Xi Jinping reafirmaba la hegemonía política del Partido Comunista, Li Keqiang prometía seguir abriendo la economía para silenciar las críticas de Occidente con el cebo de su gigantesco mercado.
«La Historia ha probado y continuará demostrando que solo el socialismo puede salvar a China», aseguró Xi Jinping en un discurso final ante los casi 3.000 diputados que integran la Asamblea, otra de las novedades de este año para hacer constar su poder absoluto. Tras reformar la Constitución para perpetuarse en el poder y colocar a sus aliados en la cúpula, el presidente insistió en la legitimidad de este peculiar modelo que ha logrado el extraordinario progreso de China combinando el autoritarismo comunista con su apertura al libre mercado capitalista.
Encumbrado como el dirigente más poderoso desde Mao Zedong, el «padre de la patria», Xi enarboló este «socialismo con características chinas» mientras los aplausos de los diputados resonaban en el auditorio del Gran Palacio del Pueblo. Según destacó en su alocución, «el Partido Comunista ejerce el supremo liderazgo político del país y es la garantía fundamental para lograr el gran rejuvenecimiento de la nación», como la propaganda ha definido al objetivo de alzarse como superpotencia a mediados de siglo.
Haciendo gala de un creciente nacionalismo, Xi Jinping lanzó un serio mensaje a Taiwán, la isla separada del régimen chino desde el final de la guerra civil en 1949 y cuya soberanía es reclamada por Pekín. Días después de que Estados Unidos estrechara sus lazos con el Gobierno de Taipéi, que es independiente «de facto» pero solo es reconocido por una veintena de Estados en todo el mundo, Xi recordó el «principio de una sola China» y abogó por una «reunificación pacífica» en el futuro.
Separación imposible
«Todos los actos y trucos para separar el país están condenados a fracasar y serán denunciados por el pueblo y castigados por la Historia», advirtió el presidente. Contundente, dejó claro que «el pueblo chino comparte la creencia común de que nunca se permitirá y es absolutamente imposible separar ni una pulgada del territorio de nuestro gran país». Aprovechando el cierre de la Asamblea, el régimen responde así a las nuevas leyes impulsadas por el presidente Donald Trump, quien a partir de ahora permitirá que altos cargos de Estados Unidos viajen a Taiwán, y viceversa, pese a la ausencia de lazos diplomáticos. Aunque Washington cambió su reconocimiento diplomático por China continental en 1979, es el principal aliado del Gobierno democrático de Taipéi y está obligado por ley a defenderlo si es invadido por Pekín.
Como conclusión de esta Asamblea, que ha aprobado la mayor reestructuración del Gobierno chino para centralizar la Administración y un «superministerio» para vigilar a los funcionarios y cuadros del Partido Comunista, el primer ministro, Li Keqiang, ofreció su tradicional rueda de prensa. Una vez más, volvió a prometer una mayor apertura de la economía china para la inversión extranjera, sobre todo en el sector manufacturero y eliminando aranceles a los medicamentos importados. Pero, con todas las preguntas pactadas, no permitió ni una para explicar por qué el presidente Xi Jinping se ha eternizado, el mayor cambio de los últimos treinta años en el hasta ahora colectivo régimen chino.
La salvación de China «La Historia ha probado y continuará demostrando que solo el socialismo puede salvar a China»