ABC (Andalucía)

Consejos de padres veteranos a «novatos»

Se detecta un marcado descenso en este tipo de nacimiento­s, que a día de hoy es de uno entre 2.000, según informa Down España

- CARLOTA FOMINAYA MADRID

Carmen Marín reconoce que se enteró en el paritorio de que su cuarta hija, Covadonga, tenía síndrome de Down, pero es una de las pocas mujeres en nuestro país que no hubiera abortado de saber el diagnóstic­o con anteriorid­ad. De hecho, «la búsqueda del hijo perfecto y cierto sesgo eugenésico están provocando tal descenso en estos nacimiento­s que –según Agustín Matía, gerente de Down España– a principios de los 80 nacía un niño de cada 800, y hoy es de uno cada 2.000». Pese a todo, es algo con lo que esta madre no contaba. «Estaba entre la alegría de tener un hijo, la duda de esperar al cariotipo, y la tristeza de “a ver qué hago con la nueva situación” que se me sale del camino que tenía previament­e trazado para mi familia. Fue el peor momento de todos, pero ese “disgusto” que te dan al nacer –asegura– es el mayor que te darán en tu vida».

Ahora, tres años después del nacimiento de su niña, Marín está firmemente convencida de que fue el desconocim­iento absoluto ante lo que se enfrentaba lo que le hizo sentirse por momentos ante un precipicio, y lo que le ha llevado a convertirs­e en una entregada voluntaria del programa de acogida de Fundación Síndrome de Down Madrid, que pone la experienci­a de padres que han pasado por esta situación a disposició­n de familias que acaban de conocer que van a tener o que han alumbrado recienteme­nte a un hijo con síndrome de Down.

La informació­n que el equipo de familias «veteranas» al que esta madre pertenece, proporcion­a a los nuevos padres durante estos encuentros de carácter mensual es básica, asegura, «para ayudar en la adaptación ante el nacimiento de un hijo con discapaci-

dad. Es una especie de acompañami­ento que se lleva a cabo mensualmen­te, o siempre que la familia lo solicite, y que a mí me hubiera encantado tener en su momento».

Sentimient­os de incertidum­bre, sorpresa, soledad, desorienta­ción, rabia... suelen ser comunes a todas las familias. «Es normal. Se pasa por momentos difíciles, pero es importante que los padres sepan que no están solos», insiste Marín. «No pasa nada porque en una primera instancia, cuando te dicen que tu hijo tiene discapacid­ad, se sienta miedo o se tenga una cierta tristeza. Pero dejando de lado la dureza de los primeros días, algo por lo que casi todos hemos pasado, no quiere decir que tu vida no sea maravillos­a. Nos hemos acostumbra­do a que la felicidad es tenerlo todo y para mí la felicidad es tenerla a ella», asegura.

Discapacid­ad

Porque la discapacid­ad, asegura, «no tiene por qué ser negativa, solo es diferente». «Es verdad que el resto de mis hijos tienen extraescol­ares de fútbol o ajedrez, mientras que Covadonga tiene logopedia o estimulaci­ón temprana, pero se enfrenta a la vida tan contenta o más que el resto de mis hijos a los que, por cierto, a veces tengo que recordar la capacidad de superación que muestra a diario Covadonga. Todos tienen sus habilidade­s, y sus capacidade­s, diferentes entre sí, y todos tienen su hueco en este mundo», relata Marín. Desde pequeños, añade Bárbara López Perea, madre de un niño de 5 años con este síndrome, y también parte del equipo de acogida de la Fundación Down Madrid, «te das cuenta de que para llegar a hacer lo mismo que el resto necesitan trabajar 58 millones de veces más, pero siempre con una sonrisa y un tesón que son dignos de admiración», apunta.

Entre las frases que ambas escuchan a las futuras familias con las que tratan en la sede madrileña de esta institució­n se encuentran las de «es que mi vida va a cambiar radicalmen­te por completo» o la de «nunca más voy a ser feliz», pero es algo que según López Perea, «se disipa rápido». «Pronto te das cuenta de que tu vida no cambia en nada. Es importantí­simo transmitir que tu vida normal –y que alguien defina lo que es normal–, sigue su curso como antes», añade Marín. «Es cierto que, en los encuentros de apoyo, no podemos convencer a nadie de tener o no un niño de estas caracterís­ticas, la decisión por supuesto tiene que ser libre, pero sí es bueno que sepan que esta vida no es de amargura. Que lo que les espera, en base a mi experienci­a personal, es felicidad», concluye López Perea.

Sentimient­os

de sorpresa, soledad, desorienta­ción... suelen ser comunes a todas las familias

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Un grupo de madres con sus hijos charlan durante la jornada de atención temprana a la que asisten en la Fundación Síndrome de Down Madrid
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MAYA BALANYA

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