ABC (Castilla y León)

«Con los años aprendí que cada uno sufre en la medida de su realidad»

En «Morir para contar» descubre el dolor de los periodista­s que vuelven de las zonas de conflicto

- Hernán Zin Reportero y documental­ista FERNANDO MUÑOZ MADRID

En sus crónicas de guerra y documental­es, Hernán Zin (Buenos Aires, 1971) ha contado la dura vida de los niños en zonas de conflicto («Nacido en Gaza», 2014; «Nacido en Siria», 2016), ha relatado el dolor de las mujeres explotadas sexualment­e como armas para doblegar al enemigo («La guerra contra las mujeres», 2013) y ha entrado en las «villas miseria» de Argentina para mostrar la cara oculta del negocio del fútbol juvenil («Quiero ser Messi», 2013). Historias que, mientras removían las tripas y las conciencia­s de los espectador­es, se iban acumulando en la mente del reportero. Hernán Zin no era consciente de que aquellos infiernos que había grabado y visto mil veces en la sala de montaje estaban a punto de causar un terremoto en su interior. Y todo explotó: «Me carcomían por dentro. En 2017 entré en una depresión y solo pensaba en suicidarme. Fue muy grave. Se me hizo muy cuesta arriba», confiesa el director.

Aquella crisis no fue la primera. «Tras un incidente en Afganistán, en 2012, me empecé a hacer preguntas de por qué me pasaba lo que me pasaba. Tuve un ataque de pánico cuando estaba rodando en medio de la guerra y a partir de ese momento mi vida cambió radicalmen­te. Empecé a tener fobia a lugares cerrados, a tener pesadillas... Quería saber si a otros les pasaba…» Y lo que le pasó fue un episodio de estrés postraumát­ico. Una pesadilla en carne viva que también sufrieron otros tantos reporteros que ahora lo revelan en «Morir para contar», el último documental que acaba de filmar el director argentino. «Hablé con Gervasio Sánchez, que me dijo que a él le pasó hace veinte años. Empecé a contactar con otros reporteros y la mayoría ha pasado por situacione­s parecidas, otros todavía se están medicando... El documental fue una especie de catarsis colectiva», explica Hernán Zin horas antes de embarcar hacia el Festival de cine de Shanghái, donde proyecta por primera vez su trabajo.

En «Morir para contar», los hombres y mujeres que van detrás de la noticia se ponen delante de la cámara para contar no la vida de otros, sino su propio trauma. «Todos comprendim­os que es importante verbalizar esto para mostrar el precio de conseguir una noticia en estos tiempos de fake news, de tanta intoxicaci­ón en las redes... Conseguir una buena noticia en una zona de conflicto es un acto de sacrificio». Un sufrimient­o que se reparte entre los familiares y amigos que dejan atrás: «Uno de los momentos que más emocionan del documental es cuando hablamos de nuestras familias, de no ver crecer a los hijos, la culpa por hacer sufrir a nuestros padres…».

Volver a casa

Lo desconocid­o, lo intangible, lo que no se puede controlar, es lo que más terror provoca. La falsa seguridad de «estar en casa» es lo que provoca que en ocasiones todo estalle. Cuenta uno de los reporteros en el filme que, tras regresar de su primera cobertura en Iraq, iba paseando por la Gran Vía y no entendía cómo la gente podía seguir con sus rutinarias vidas después de todo lo que él les había contado en sus crónicas. «Después de haber visto tanto horror, empatizar con el sufrimient­o de la gente de aquí es difícil. Con los años aprendí que cada uno sufre en la medida de su realidad», excusa Hernán Zin. «Tienes que empatizar con la gente que aquí, y si aquí uno está mal porque se le rompe una uña, pues está mal por eso y lo tienes que entender. Si no, te quedas solo, te vuelves una especie de soberbio autista. Ese es el gran ejercicio: entender que el dolor de aquí es tan válido como el de allí».

«Es importante mostrar el precio de conseguir una noticia en estos tiempos de “fake news”, de tanta intoxicaci­ón en las redes»

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ABC Hernán Zin, rodeado de guerriller­os, en una de sus coberturas en África

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