ABC (Castilla y León)

Preso de sus contradicc­iones

- JOSÉ LUIS RESTÁN

Pedro Sánchez ha asistido por primera vez al desfile de la Fiesta Nacional como presidente del Gobierno, un acto obligado, pero incómodo para el primer líder socialista español que alcanza el poder aupado por la extrema izquierda y los independen­tistas. El precio de las amargas contradicc­iones que Sánchez asume cada día para seguir en La Moncloa le ha perseguido hasta la tribuna del desfile, donde ha tenido que soportar el rechazo de una parte del público que, sin embargo, recibió calurosame­nte al Rey Felipe VI. No es que el incidente tenga valor estadístic­o, pero tiene la virtud de poner en evidencia una situación tan grave como inédita.

El día previo a la Fiesta Nacional, la suma del independen­tismo y los Comunes (la marca catalana de Podemos) sacaba adelante en el Parlamento de Cataluña una resolución pidiendo la abolición de la Monarquía. Se trata de un acto grotesco, pero no exento de una grave carga simbólica: los dos pilares de la alianza parlamenta­ria que sostiene a Sánchez evidencian su rechazo al marco constituci­onal que representa el Rey. Y eso el mismo día en que Iglesias y Sánchez rubricaban su acuerdo de presupuest­os. La verdad es que una lluvia de silbidos y gritos llamándole «okupa» y reclamando elecciones es lo menos que puede caerle al presidente.

La película se completa con la manifestac­ión que tuvo lugar en Barcelona para manifestar la lealtad de miles de catalanes a la Constituci­ón, su agradecimi­ento al Rey y su respeto a la bandera de España. Inútil buscar allí una presencia socialista significat­iva. El socialismo de Sánchez, el que torció el brazo al PSOE que patrocinab­a un acuerdo entre constituci­onalistas, navega danto tumbos con unos compañeros que no esconden su aversión a la Corona y a la Constituci­ón del 78. Lo que está en juego no es la suerte de un líder de fortuna, sino nuestro marco de convivenci­a.

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