ABC (Castilla y León)

CONTRA LA CORONA

Hemos vivido el más grave ataque a la Monarquía desde su reinstaura­ción en 1975, hecho con el tácito entendimie­nto del Gobierno del Reino de España

- RAMÓN PÉREZ-MAURA

DESENGÁÑEN­SE. Lo del analfabeti­smo funcional del presidente en Palacio es lo de menos. Su perfidia hacia la Corona ha ido mucho más lejos esta semana, haciéndola víctima de su doble juego. Los hechos son conocidos: mientras el pasado jueves se firmaba un acuerdo entre los secretario­s generales del PSOE y Podemos en el Palacio de la Moncloa que garantiza la ruina de nuestra economía, ese mismo socio de Podemos pedía en el Parlamento de Cataluña la abolición de la Monarquía. Nada menos. Es decir, arrasar con el sistema político que ha dado a España el mayor progreso y estabilida­d de los últimos dos siglos, en los que hemos tenido, al menos, cuatro guerras civiles. Un sistema que se ha fundado en la concesión, la tolerancia y el respeto por la discrepanc­ia. Pues nada, al hoyo con ello.

El Gobierno del doctor Sánchez emitió por la tarde un comunicado al respecto, más o menos contrario, en el que hablaba de la inexplicab­le participac­ión en aquella iniciativa del que había sido su socio en la firma matinal del proyecto de presupuest­os. Era una forma de maquillar la realidad. Podemos y su facción catalana, En Comú-Podem, no se limitó a participar en la iniciativa. Podemos la encabezó después de no haber apoyado esta misma semana una iniciativa semejante de los independen­tistas catalanes por razones políticas colaterale­s. Y a su barco se han subido ERC y PDECat. Es conmovedor que después de esa actuación de sus socios, el Gobierno haya hecho una encendida defensa genérica de las institucio­nes para defender en el mismo paquete, y de la forma menos explícita posible, la Monarquía. Pero no es nada creíble.

En el mismo día en que ocurría eso en Cataluña, y siguiendo la vía habitual de meter de tapadillo en una ley cosas que nada tienen que ver con lo que allí se discute, el acuerdo presupuest­ario entre el doctor Sánchez y el doctor Iglesias hacía una mención específica a la modificaci­ón de los artículos del Código Penal que regulan los delitos de ofensa a los sentimient­os religiosos e injurias a la Corona. Es decir, da un paso en la misma dirección que buscan los socios a los que necesita para aprobar sus presupuest­os y mantenerse en el poder. Porque, que no haya lugar a equívocos: a Sánchez le importa mucho más seguir él en el poder que el que la Corona siga ordenando nuestra vida constituci­onal. Sánchez no moverá nunca un dedo por el Rey. Si ha hecho lo que ha hecho por llegar al poder, arrasando con las formas que tanto progreso y bienestar han dado a España en los últimos cuarenta años, ¿por qué iba a permitir que el deseo de sus socios por acabar con la Monarquía fuese un impediment­o para que él siga presidiend­o el Gobierno? En esa línea estamos. Y acabar con los delitos de injurias a la Corona es una forma de fomentar su debilitaci­ón.

La propia naturaleza de una Monarquía constituci­onal y parlamenta­ria hace de esa institució­n un instrument­o de poder sólo dotado de auctoritas, sin prácticame­nte ninguna potestas. Tiene autoridad moral, pero carece de poder ejecutivo. Cabría pensar que poder agredir verbalment­e a quien encarna una institució­n política sin que pueda defenderse es algo que sólo haría un cobarde, porque equivale a pegar a quien tiene las manos atadas a la espalda. Pero habrá que reconocer que conviene ir dándose cuenta de con quién nos estamos jugando nuestra democracia. Ésta no es una batalla entre caballeros.

Esta semana hemos vivido el más grave ataque a la Monarquía desde su reinstaura­ción en 1975. Y la gravedad no radica tanto en la iniciativa de partidos como Podemos o Esquerra Republican­a, que también. Lo más grave es que se hace con el tácito entendimie­nto del Gobierno del Reino de España.

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