Pinar y la sangre de la épica española
El minuto de silencio por las víctimas de las inundaciones en Mallorca dio paso al Himno Nacional, roto por «¡vivas!» a España y ovaciones. De gala fue la que recibió el primero de la mansa corrida de Partido de Resina, con peligro. Este «Rosalero», uno de los toros más guapos de la temporada, barbeó las tablas de salida. Hasta que Rubén Pinar lo metió con sapiencia en el capote. Con aceptable embroque pero una despedida de cara alta, no le perdonó en un tornillazo en el inicio de faena y el astifino pitón se hundió en el muslo derecho. Se presentía la gravedad de la cornada, pero el albaceteño se mantuvo en la arena en una lección de heroicidad en la corrida de la Hispanidad. La sangre manaba a borbotones y teñía de rojo caliz las medias: era la sangre de un torero, la sangre de la épica española. Con coraje y amor propio, remató su digna labor, cojeando ostensiblemente. Cuando pasaportó al antiguo pablorromero, pasó a la enfermería en medio de una gran ovación de reconocimiento a su esfuerzo. Fue operado de una herida de dos trayectorias, una de 25 centímetros que contusionaba el isquion y otra de 20 que bordeaba el fémur, de pronóstico muy grave.
En el siguiente capítulo, a punto estuvo de vivirse una tragedia. Más feo este segundo, un manso pregonado que persiguió al banderillero José Antonio Preste: mientras tomaba el olivo, «Camisita» hizo lo propio, lanzándole con violencia hasta el tejadillo del burladero en una imagen que horrorizó. Pasó al hule con varias contusiones. Javier Cortés solventó la papeleta de los tres toros que tuvo que matar. Y Gómez del Pilar, a portagayola en su lote, dio la vuelta al ruedo tras su firme y meritísima actuación en el tercero.