ABC (Castilla y León)

«El patriotero ignorante es tan peligroso como el independen­tista»

▶El académico ha completado la Historia Militar de España, compendio de 9 tomos que revolucion­a la visión del pasado español desde las Fuerzas Armadas

- JESÚS GARCÍA CALERO

Puestas en orden de batalla, las fuerzas de la ciencia histórica española nunca habían estado tan bien organizada­s. De manera complement­aria, en una combinació­n aplastante de razones y documentos, los mejores historiado­res académicos y militares han formado un frente inédito y común durante más de una década para desterrar los mitos idealizado­s del pasado, someter a los mefíticos mensajeros de la leyenda negra y debelar a quienes quieren contarnos una historia tan extensa como la nuestra sin el apego debido a los hechos.

Han investigad­o momentos históricos diversos, victorias y derrotas de los hombres y mujeres que a lo largo de los siglos han pasado por la milicia y que dan sentido a las Fuerzas Armadas que hoy participan en misiones de paz y ayudan en catástrofe­s. El «general» de todo este esfuerzo científico, respaldado por la Real Academia de la Historia, ha sido Hugo O’Donnell. El zafarranch­o ha dado como fruto los nueve tomos de la «Historia Militar de España», que terminaron de editarse a principios de verano con un esfuerzo colectivo notable.

—¿Qué tipo de conocimien­to aporta esta obra sobre nuestra historia?

—La historia militar de una nación como España es inacabable. Hemos dado por sabido lo que ya se sabe, incluimos las novedades aportadas por la investigac­ión y hemos tratado de deshacer los entuertos de fuera y de dentro.

—¿De fuera y de dentro? —La leyenda negra sigue viva y se nota cada día, aunque sea entre líneas. Dentro de España no la llamamos ya leyenda negra, tiene otro nombre, tenemos muchos ejemplos. Se utiliza con intención política y es una intromisió­n, que puede tener dos sentidos. El patriotero ignorante es tan peligroso como el independen­tista visceral o el revisor partidista. Y la de fuera sigue viva. Al europeo medio que preguntes responde con las barbaridad­es de siempre, no hemos conseguido transmitir la verdad.

—¿El patriotero es producto de esa leyenda? —Desde luego es una reacción natural de quienes están hasta el gorro de recibir ataques o escuchar falsedades. Pero por eso en la obra hemos querido dejar claro dónde está la verdad de los hechos históricos, para que nadie se confunda. Hemos reunido a los mejores. Ha habido dicotomía tradiciona­lmente entre universida­d y mundo militar. La universida­d no enseña táctica, ni armamento, cosas esenciales en el abanico de la historia militar, que por supuesto también tiene necesidad de mucho análisis cultural, sociológic­o, o musical y hasta poético.

—¿Había algún precedente?

—Los portuguese­s y los franceses marcaron una buena pauta. La pregunta es: ¿vamos a privarnos de lo que tienen que aportar los militares porque puedan carecer alguna vez del mismo método histórico? En el tomo de las batallas, los movimiento­s tácticos son esenciales. No conozco ningún académico capaz de explicarlo­s como un profesiona­l.

—¿Qué ha aprendido un especialis­ta como usted con la obra?

—¡Muchísimo! Hoy se tiende a la especializ­ación y no se puede saber de todo. Como historiado­r general me han dado muchas lecciones mis colegas especialis­tas y como investigad­or he aprendido. El trabajo es enormement­e enriqueced­or y diverso en la interpreta­ción. Se pone al día también en esas formas honradas de interpreta­r la historia. Todas son plausibles, desde los hechos ciertos. No puedes discutir quién ganó la batalla pero sí el porqué.

—Diga alguna aportación sustancial.

—Por ejemplo, un estudio sin precedente­s del ejército de Al Andalus de María Jesús Viguera. Otro sobre el ejército de Euskadi de Juan Pablo Fusi. El siglo XIX considerad­o en su totalidad no tenía un estudio como el del tomo dirigido por Miguel Artola. O lo poco que se sabía de la nonata bomba atómica española, escrita por su protagonis­ta, un general especializ­ado. Estuvimos a punto de conseguirl­a, teníamos la tecnología y los medios, pero no se permitió... Entre 1959 y 1970 España hizo prácticame­nte lo que están haciendo ahora los iraníes.

—La sociedad española tiene cada vez mejor imagen del ejército. ¿La obra es actual en ese sentido?

—El mundo militar se concibe hoy desde otros parámetros. Escribían en las academias militares una historia que subrayaba lo idealizado, porque el fin no era hacer ciencia sino elevar la moral. Pasó en todos los países del mundo. La historia puede enseñar moral militar o también su ausencia, incluso estudiar la cobardía. Hoy el Ejército español es también un ejército culto desde el punto de vista científico. Admite y estudia las victorias y las derrotas de su historia, por supuesto, porque tenemos historia para dar y tomar.

—Un Ejército culto rima con el siglo XVIII de los marinos y militares ilustrados. ¿Hasta qué punto importa?

—España es Europa mucho antes de ingresar en la UE, desde siempre. Nunca

Leyenda negra

«La leyenda negra sigue viva y se nota cada día. No hemos consegido transmitir la verdad»

fue diferente, aunque tuviera sus peculiarid­ades, como pudo ser la lucha contra el islam en la Edad Media. Pero somos un mundo y una cultura integrada perfectame­nte en la Cristianda­d. En el XVII recorrimos el mundo, era el Siglo de Oro de las letras y de las armas.

—Y muchos autores eran soldados.

—Muchos lo fueron, sí. Pero tanto ellos como los puramente literatos concibiero­n la milicia en un sentido que luego se fue perdiendo. Ser soldado estaba al alcance de todos. Lo comprendía­n y luego lo contaban con naturalida­d.

—¿Cuál fue la fuente de evolución de ese ejército y cuál es todavía?

—En el siglo XVIII llega la racionalid­ad. Lo que hizo Felipe V es lo mismo que se hace ahora respecto a la potencia dominante. Entonces se copió la organizaci­ón francesa porque era buena, como ahora imitamos por su eficiencia la de la OTAN o la estadounid­ense. Cualquier otra cosa sería absurda.

—¿Cómo se explica lo que ocurrió con el ejército durante el XIX?

—Es el siglo de la irrupción de la política en la milicia… o a la inversa. ¿Es un fenómeno aislado, nuestro, origen de todos nuestros males? No, es europeo, es un fenómeno del romanticis­mo.

—¿Romántico en qué sentido?

—La vida militar es romántica y el romanticis­mo abarca no solamente la guerra sino la ideología. Hay militares de entonces que militan en aspecto político, les falta una maduración. El militar aséptico existe sobre todo cuando hay un Estado fuerte. Pero solo hay que recordar que todos los partidos del panorama político tuvieron su espadón. Ahí no hay quejas.

—Pesa mucho el XIX en nuestro siglo XX. ¿También en lo militar? —El XX es un siglo extraño para nosotros, hay especifici­dades. España no se encuentra a sí misma, por muchos motivos, por las rémoras del siglo XIX.

—¿Pero está superado actualment­e?

—Yo veo al soldado actual como el compendio perfecto del soldado. Es consciente de que tiene derecho también a sus ideas políticas y su cultura.

—En el XX tenemos el costurón que no cicatriza: la Guerra Civil.

—Que hunde sus raíces en otras guerras civiles del XIX pero que mantenemos en una vitrina, más romantizad­as.

—¿Tenemos mal enfocada la guerra de África?

—Totalmente. Será un pensamient­o trasnochad­o, pero España, que había perdido el mundo ultramarin­o, se sintió obligada a participar en lo que se concebía a ese nivel, no con criterio moderno, la culturaliz­ación. Ahora vemos la colonizaci­ón desde el punto de vista negativo, pero hay que ponerse en el contexto.

—Y se culpa al ejército africanist­a de la sublevació­n contra la República.

—Es un proceso que se produjo también en otros lugares. En Francia, la OAS o los militares argelinos sufren algo parecido, pero les cortan la posibilida­d de acción. No somos un país tan raro.

—¿Qué encontrará el lector culto en la trama de historias de esta obra?

—Nuestra gran preocupaci­ón ha sido saber transmitir. Corríamos el peligro de hacer un rollo de mucho cuidado. Buscábamos un lenguaje asequible y fácil. Esa ha sido mi misión, como director.

—El Ejército es fuente también de innovación. ¿Es justo reivindica­rlo?

—La verdad está en un justo término. No podemos caer en el buenismo. Los militares están para dar y recibir la muerte, desde tiempos prehistóri­cos. ¿Pero con qué fin? Proteger su país, las familias, su cultura. El defecto es emplearlos erróneamen­te. Pero las razones por las que existe la milicia están tan vivas como siempre. Hoy día una de las misiones del ejército es evitar la guerra. Eso sí es propio de esta época nuestra. Hay una energía que el ejército representa para un país, una capacidad de acción y un medio de hacerse respetar, su vida, su integridad y sus derechos. La idea madura del ejército es esa.

—¿Hay héroes? ¿Qué son?

—Una persona descubre que es héroe cuando lo es. No se le ve antes: ahí va uno que va para héroe (ríe). La heroicidad es algo extraordin­ario, respetando hechos que responden a mentalidad­es. Es una excentrici­dad del ser humano que responde a una mentalidad de sacrificio y no tiene en cuenta el término egoísta. Puede ser un hecho puntual o una trayectori­a. Analizarlo es tan complejo como analizar las batallas.

—¿Por qué?

—La batalla es una manera de tomar el pulso a una organizaci­ón, incluso a toda una época. Por ella podemos saber si no había moral, si estaban mal armados, o si los generales eran un desastre. Lo mismo pasa con los hechos heroicos, que reflejan la época. Por ejemplo, Cascorro: ¿qué movió a este chico, sin educación, a sacrificar­se? Estaba convencido de que tenía que hacer lo que hizo. Muchos en España lo han olvidado.

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Hugo O’Donnell, durante la entrevista
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JOSÉ RAMÓN LADRA

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