Eugenia de York
Una boda al más puro estilo Hollywood y azotada por el viento
La hija del Príncipe Andrés y su novio, Jack Brooksbank, se dieron el «sí, quiero» ante 850 invitados en una solemne ceremonia en Windsor
Era la otra gran boda real del año y aunque con menos fanfarrias que la celebrada el pasado 19 de mayo entre el Príncipe Harry y Meghan Markle, al enlace de Eugenia de York (28 años) y Jack Brooksbank (31) no le faltó la consabida pompa y circunstancia. Con el imponente castillo de Windsor como escenario, se daban el «sí, quiero» quienes se encontraron por vez primera en la barra de una coctelería: él como camarero y ella como clienta. El enlace, el segundo de la Familia Real británica en menos de un año –y habrá otro más, pues la próxima primavera se casa Lady Gabriella Windsor– se ha celebrado en la capilla de San Jorge ante más de 850 invitados, entre los que se encontraban un nutrido plantel de celebrities internacionales. Desfilaron desde cantantes como Robbie Williams, Ricky Martin, James Blunt o Ellie Goulding hasta topmodels como Naomi Campbell, Cara Delevingne o Kate Moss, pasando por estrellas del cine como Demi Moore y Liv Tyler. Todo muy hollywoodiense. Entre la realeza europea, figuraron los hermanos Hannover, Ernesto Jr. y Christian, con sus respectivas esposas, así como Pablo y Marie Chantal de Grecia. El viento que azotaba Windsor a media mañana –la ceremonia comenzó a las once, hora local, y la puntualidad británica se cumplió a rajatabla– se convirtió en el gran enemigo de buena parte de las convidadas: hizo estragos en faldas y tocados, deslucidos por las manos que trataban de impedir que echaran a volar. Tras el paseíllo de una gesticulante –y en ocasiones histriónica– Sarah Ferguson, madre de la novia, la Princesa Eugenia llegó, como marca la tradición, cinco minutos antes del comienzo de una ceremonia que no llegó a los 60 minutos y que fue amenizada con la impresionante voz de Andrea Bocelli.
Eugenia de York, novena en la línea de sucesión al Trono británico, entraba en la capilla de San Jorge del brazo de su padre, el Príncipe Andrés y con la comitiva infantil de pajes encabezada por los hijos mayores de los Duques de Cambridge, el Príncipe Jorge y la Princesa Carlota.
Con la Familia Real británica casi al completo, encabezada por Isabel II –a quien acompañó un recuperado Duque de Edimburgo, que no confirmó su presencia
hasta la mañana de ayer– mucho se ha especulado sobre la llamativa ausencia de Camilla de Cornualles, quien, según la versión oficial, prefirió cumplir con un «compromiso ineludible» en Aberdeen (Escocia) a acompañar al Príncipe de Gales al enlace de su sobrina. La prensa británica apunta a que todo se debe a la supuesta mala relación de Camilla con los Duques de York. Protagonistas también fueron la Duquesa de Sussex – Meghan Markle–, en azul marino de Givenchy, y Catalina de Cambridge, en rojo borgoña de Alexander McQueen
A los ya marido y mujer se les vio ner-
viosos, sonrientes y emocionados durante toda la ceremonia religiosa, que condujo el Arcipreste de Windsor, David Conner –quien también participó en la de Harry y Meghan– y el arzobispo de York, John Sentuna. Una de las anécdotas que ha dejado la liturgia fue la lectura de la hermana de Eugenia, la Princesa Beatriz, quien leyó un pasaje de «El Gran Gatsby», de Scott Fitzgerald, al tener una gran carga emocional para la pareja.
Tras la ceremonia, el clásico primer beso en la histórica escalinata para, poco segundos después, abandonar las inmediaciones de la capilla en una carroza cubierta que paseó a Eugenia y Jack por el centro de Windsor saludando a los cientos de personas que allí se congregaban. Tras la recepción ofrecida por Isabel II en el Castillo de Windsor, donde se sirvió un banquete –la tarta nupcial, red velvet–, la fiesta continuó en la residencia de los York, Royal Lodge. Hoy los recién casados seguirán celebrando su nueva vida junto a sus íntimos en una fiesta campestre.
Mientras tanto, los británicos se cuestionan un enlace cuyos gastos corren a cargo de la propia Familia Real y la seguridad (2 millones de libras), al bolsillo del contribuyente.