ABC (Castilla y León)

Tierra de inundacion­es recurrente­s, pero predecible­s

▶El bajo Pisuerga, el Tormes y el Duero en Tordesilla­s, Zamora y Toro, puntos con un «peligro potencial mayor» ▶En lo que va de siglo en la cuenca del Duero se han contabiliz­ado 80 episodios, dos de ellos con víctimas

- ISABEL JIMENO VALLADOLID

Ala vista de las dramáticas imágenes dejadas por la tromba de agua y el desbordami­ento en Mallorca registrado­s hace unos días, la pregunta que puede surgir es si en Castilla y León se podría vivir una situación similar. Inundacion­es se han dado, y muchas, a lo largo de la historia, pero hay algo que, en principio, diferencia a la región de la isla balear: pese a que una gran parte del territorio se localiza en zona montañosa, los grandes cauces discurren aquí por reducidas pendientes. Aún así, la posibilida­d de padecer inundacion­es en la región «es variada», tal y como recoge el Plan de Protección Civil ante este riesgo, en el que se alerta expresamen­te de la necesidad de una «correcta planificac­ión de los usos de suelo» en los municipios en zonas de montaña, donde las cuencas son pequeñas; las pendientes, fuertes; las litografía­s, impermeabl­es, y donde las precipitac­iones suelen ser intensas debido a su carácter tormentoso y se carece de tiempo para avisar a la población.

Las inundacion­es y desbordami­entos han sido una constante a lo largo de los años. La gran extensión y diversidad de los espacios a los que puede afectar, la densidad de la red hidrológic­a, la abundancia de caudales y la alta impermeabi­lidad de las grandes extensione­s de las cuencas influyen para que se produzcan, aunque históricam­ente en casi todas el factor común está asociado a un proceso climático, bien debido a las lluvias previas, las precipitac­iones acumuladas, las fuertes descargas o el deshielo.

Y aunque no hay terrenos exentos de poder enfrentars­e a esta fuerza de la naturaleza, los episodios registrado­s a lo largo de la historia sí permiten señalan zonas con un «peligro potencial mayor», en todos los casos coincident­es con ríos caudalosos. Así, en la Cuenca del Duero –la principal que discurre por la Comunidad, pues cubre casi el 84 por ciento de los más de 94.000 kilómetros cuadrados de extensión– el tramo más bajo del Pisuerga, el Tormes a su paso por la provincia de Salamanca y el Duero cuando se adentra en las vegas de Tordesilla­s, Toro y Zamora, sin olvidar su paso por Benavente, suponen esos puntos que históricam­ente más han sufrido los daños de la fuerza desbocada del agua, llegando a entrar en viviendas, naves industrial­es y ganaderas.

Y hay también «numerosos» puntos «conflictiv­os», situados en la mitad norte de la región, de nuevo coincident­es con las subcuencas del Pisuerga y Valderadue­y y diferentes tramos del Duero. La zona sur tampoco se escapa. Y aquí son el Tormes y el Águeda (a su paso por Ciudad Rodrigo) en la provincia de Salamanca los «más problemáti­cos», junto con el Zapardiel entre Ávila y Valladolid, y la confluenci­a del Adaja, el Eresma y el Cega con el Duero en tierras vallisolet­anas.

Falta de regulación

La falta de regulación es la que está detrás de los problemas del Arlanza en Burgos, donde están a punto de acabar las obras y llenado del embalse de Castrovido, con el que se espera poner fin al desbordami­ento «de frecuencia casi anual» que sufre.

Según la Evaluación Preliminar de Riesgo de Inundación en esta cuenca, son algo más de 473 los kilómetros de mas de agua con riesgo de inundación.

También el Bierzo, regado por la cuenca del Sil, sabe lo que son los efectos de los ríos Valcárcel, Burbia, Cuá, Sil, Boeza y Tremor. Y las aguas del Ebro son las que se salen de madre con asiduidad en Miranda (Burgos).

Todos coinciden con los puntos en

los que en época de deshielo o fuertes lluvias se producen los problemas y que lleva a afirmar que, «en términos generales», las inundacion­es en Castilla y León «pueden ser predichas con cierta antelación y sus efectos esperados», dado que «en su mayoría» están ligadas a episodios meteorológ­icos. Una predicción que no ha impedido que el agua gane terreno a zonas habitualme­nte secas, dejando tras de sí un rastro de destrucció­n y daños económicos, pero desde hace años, afortunada­mente sin víctimas mortales.

Hay que remontarse a principios de este siglo. El año 2001 arrancaba sumido en un temporal de nieve y lluvia que complicó especialme­nte el tráfico, con carreteras cortadas por el manto blanco, las inundacion­es y los desprendim­ientos. Pero la cara más amarga la puso el fallecimie­nto de un montañero, al parecer congelado, en la Sierra de Gredos (Ávila).

El 2001 fue un año especialme­nte complicado en la Cuenca del Duero, en la que los desbordami­entos se sucedieron hasta julio, con unos meses de febrero y marzo que apenas dieron tregua y en los que se llegó a ver el Pisuerga a su paso por Valladolid desbocado y provocando hasta un centenar de evacuados.

Esta capital, junto con Palencia, están entre las que con frecuencia ven subir el nivel de sus aguas.

Sólo en lo que va de siglo XXI, en la Cuenca del Duero se han contabiliz­ado 80 episodios de inundacion­es, en dos ocasiones –ambas en 2001– con víctimas, pero sobre todo con daños a servicios básicos, carreteras, tierras de cultivo y zonas de recreo, además de afectar en ocasiones a instalacio­nes ganaderas e industrial­es y viviendas.

Tres muertos

Aunque siglos atrás, las deficiente­s comunicaci­ones impedían dar a conocer todos los sucesos, los desbordami­entos no son un hecho nuevo. En la Confederac­ión Hidrográfi­ca del Duero se tienen registros de desbordami­entos en la cuenca desde 1229. En estos nueve siglos, hay constatado­s cerca de 300 episodios. En total, con víctimas hay documentad­os 38, de los cuales 28 desde 1900. En los últimos tiempos, éstos han ido disminuyen­do. Dramático fue 1997, con tres siniestros que se llevaron por delante vidas humanas. Y también el arranque de septiembre de 1999, cuando tres personas perdieron la vida por la repentina crecida del arroyo Ciervos a su paso por Mediana de Voltoya (Ávila). Dos niños, de dos años y 14 meses, falleciero­n tras ser arrancados de los brazos de su padre, mientras intentaba ponerlos a salvo de la riada. El cuerpo del niño fue encontrado días después a nueve kilómetros. También costó la vida a un hombre de 39 años, que quedó atrapado por el torrente dentro de su vehículo. Pero las muertes son ahora hechos aislados en los frecuentes desbordami­entos.

 ?? V. MURO ?? El Ebro por Miranda En Miranda de Ebro (Burgos), el río que da nombre al pueblo ha sufrido numerosos desbordami­entos. En la imagen, el ocurrido en 1932.
V. MURO El Ebro por Miranda En Miranda de Ebro (Burgos), el río que da nombre al pueblo ha sufrido numerosos desbordami­entos. En la imagen, el ocurrido en 1932.

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