ABC (Castilla y León)

«Esta plaza me vio caer, pero la Virgen del Pilar y Dios quisieron que resurgiera»

- ÁNGEL G. ABAD ZARAGOZA

Lo que va del 7 de octubre de 2011 a ayer. Siete años de pasión padillista. La terrible cogida, la zozobra en la enfermería, las interminab­les horas de quirófano, las durísimas curas. La hombría. Zaragoza y Padilla se entrelazar­on. Y en la misma arena en donde «pudo acabar todo» resurgió un 14 de octubre el cariño de una afición y de una ciudad entera hacia el torero de Jerez.

«El hospital fue muy duro, y a la vez tenía que consolar yo a todas las visitas, a todas las figuras del toreo, a toda la profesión, a todo Aragón. Llegaban desconsola­dos y les tranquiliz­aba y les daba ánimos». Y todo lo recuerda emocionado, pero sin lamentos: «No le guardo rencor ni a ese toro ni a ninguno».

El sábado visitó a la Virgen del Pilar: «Nunca le agradeceré bastante el capote que supuso su manto», y sintió el calor de los zaragozano­s. Ayer se recluyó en la habitación del hotel hasta la hora de salir para la plaza enfundado en un terno blanco y oro. «Lo eligió mi hija Paloma y le prometí que se lo regalaría».

Allí le arroparon muchos toreros, su familia, los médicos, su otra familia; el brindis de Manzanares, y el clamor de una plaza a rebosar, que se lo llevó en hombros como pocas veces se ha visto, seguido de un cortejo de toreros. Antes, con la voz entrecorta­da, desde el centro del ruedo Juan José Padilla se dirigió a su afición: «Esta plaza me vio caer, pero la Virgen del Pilar y Dios quisieron que resurgiera». Y agradeció esos siete años de gloria, gracias a sus compañeros, gracias a su mujer y sus hijos. El esfuerzo es parte de la gloria.

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