ABC (Castilla y León)

Las obsesiones de Sergio Ramos

Empeñado en mejorar registros con España, hoy lidera en Sevilla a la selección, que tiene a tiro su pase para la final a cuatro de la Liga de las Naciones

- ENRIQUE YUNTA

En un periquete, se terminó la polémica, vendida por anticipado porque se daba por hecho que Luis Enrique y Sergio Ramos no estaban hechos para convivir en el mismo corral. Es verdad que había cámaras de por medio, pero fue el abrazo más sentido de la primera concentrac­ión en esas imágenes que se vendieron con la llegada de los internacio­nales a Las Rozas, y en Wembley, en la previa del estreno de esta nueva era, capitán y entrenador se regalaron los oídos con piropos, caricias y palmaditas, un amor a primera vista que se prolonga sin visos de crisis ni ruptura. «Ya chocarán», vaticinan los agoreros, dando por hecho que esas personalid­ades tan fueres no pueden congeniar, pero lo cierto es que la selección pasa los días feliz y en armonía mientras Ramos quema etapas hacia la eternidad, indiscutib­le también esta noche en el duelo ante Inglaterra que puede servir para certificar el pase a la final a cuatro de la Liga de las Naciones. Con una victoria en el Benito Villamarín, campo hostil para el camero por sus raíces, estará todo más que resuelto. Y con un empate, casi que también.

A ocho de Casillas

En las vísperas de los partidos caseros, la Federación tiende a abrir las puertas para que la gente se acerque a la selección y viceversa, que es casi igual de importante lo segundo o incluso más. Y ayer se organizó una buena fiesta en el campo del Betis, olvidado desde 1995 por el combinado nacional con todo lo que ha sido esta tierra. Ramos está en casa, pero en la del enemigo, si bien es cierto que se le pita casi más en campo del Sevilla que en Heliópolis. Ayer, ante unas 8.000 personas, se llevó incluso algún piropo en el feudo verdiblanc­o. «Volver a Sevilla es volver a casa pese a hacerlo en el estadio del rival», defiende.

Es cierto que se ve a un Ramos de perfil bajo en este nuevo proyecto, mucho más receptivo y al servicio de su jefe. Siempre se ha dicho que el madridista trascendía a lo que es un mero futbolis- ta, capaz incluso de alterar rutinas y programar entrenamie­ntos a la carta con el selecciona­dor o entrenador de turno, pero desde la RFEF dan a entender que no hay nada de eso, que su única ascendenci­a es la de ser capitán del grupo, pero que acata órdenes como el que más y con una predisposi­ción absoluta.

Con 32 años ya, Sergio Ramos tiene entre ceja y ceja llenar una página de la historia del fútbol español. Sabe que se convertirá pronto en el jugador con más internacio­nalidades de siempre, superando a Íker Casillas, pero quiere que sea ya mismo, y de ahí que juegue hasta en

los amistosos como el de Cardiff (disputó el primer tiempo). Desde su debut, en marzo de 2005 contra China, acumula ya 159 tardes de rojo y está a solo ocho de los 167 del ahora portero del Oporto. Más pronto que tarde, caerá ese muro. Tiene más retos para presumir el andaluz, un defensa con espíritu de delantero. A Ramos le encantan los goles y, después del cabezazo ante Gales, suma 15 con España, a uno de Laurent Blanc en

la lista de zagueros europeos con más olfato. El francés hizo 16 en 97 tardes, lejos de los 22 que firmó Passarella con Argentina. El caso es que, con la tontería, cuenta más tantos que Cesc o Cazorla, el 17 en el ranking histórico del combinado nacional.

Y lleva las cuentas al dedillo porque le encanta asomar en las estadístic­as positivas. «A nivel personal, ir logrando retos es muy gratifican­te después de todo lo que conlleva, estar tanto tiempo ahí a nivel de élite me llena de fuerzas para seguir por la misma línea», mantiene con una sonrisa de orgullo. Enfrente, hoy tendrá a Harry Kane, que lleva seis partidos sin ver puerta.

Será la cuarta noche con Luis Enrique, promotor de este balneario en el que se ha convertido la selección después del penoso Mundial. «Volvemos a brillar, la selección mantiene esa ilusión que implantamo­s en su día con un fútbol único y maravillos­o. Estamos en el camino idóneo, pero queda mucho y es muy bonito», añade Ramos. Él también sabe cuál es el suyo rumbo a la eternidad con su querida España.

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Sergio Ramos, durante el entrenamie­nto celebrado ayer por la selección española en el Villamarín
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REUTERS

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