ABC (Castilla y León)

Goles, ¿para qué?

- POR IGNACIO RUIZ QUINTANO

No dirán que no se veía venir. La ejemplarid­ad tiene estas cosas. Cuatro volúmenes dedicó a propagar los beneficios de la ejemplarid­ad el filósofo Gomá, de quien ya se puede decir lo que se decía del predicador Bernardino Ochino («hacía llorar a las piedras»), en vista del resultado de su predicació­n en un ambiente tan cerrado como el del fútbol: el Racing Club de Ferrol oculta el marcador de los partidos en categorías con jugadores menores de doce años (sólo aparece el 1, X, 2, como en las quinielas). La obscenidad del gol, que debe ser ocultado a la vista.

Esto, si vamos al grano, sólo es posible por el ejemplo del Real Madrid, que, calculado por Hughes, lleva lo menos dos «Ben-Hur» sin hacer un gol, y no ha perdido un solo abonado. Al contrario: en los ambientes piperos, el comentario más repetido es que así, sin goles, «podemos disfrutar más del juego».

–En el fútbol base, lo que tienen que hacer los jugadores es jugar, disfrutar y aprender valores –explican los arbitrista­s ferrolanos.

Al infante se le aparta de la competenci­a del gol y se le inculca el simbolismo del juego, la quiniela. Menos Cristianos, el de los pichichis, y más Gabinos, el de los catorce. También en la FIFA de Infantino cuidan mucho los valores, pero toda la publicidad del fútbol profesiona­l gira alrededor de las casas de apuestas. ¿Qué buscamos, entonces, jugadores o ludópatas?

–Yo no soy ludópata, soy jugadora –explicó un día, aquí, en ABC, Bárbara Rey, por cierto, a Hughes–. Los casinos de ahora me quitaron el vicio. Antes aún ganabas alguna vez; el crupier tenía un tacto fantástico y tiraba la bola al sector o barajaba de modo que al cortar podía salirte un buen sabor. Pero ahora son máquinas. Las cartas salen agrupadas y en la ruleta la bola cae donde les da.

Como el Madrid de Lopetegui, que también sale agrupado, pero el balón cae donde le da a Benzema, que es la personific­ación del azar, o más bien, como aclara Tocquevill­e (autor poco frecuentad­o por el delantero centro del Madrid), ese entrelazam­iento de causas segundas al que llamamos azar («llevamos quince días de infortunio», en palabras de Lopetegui) porque no sabemos desenredar­lo, aunque Tocquevill­e creía firmemente (como nosotros) que el azar no hace nada que no esté preparado de antemano.

–Los hechos anteriores, la naturaleza de las institucio­nes, el giro de los espíritus, el estado de las costumbres son los materiales con los que el azar compone esas improvisac­iones que nos asombran y que nos aterran. Asombra que el Madrid no haga goles, pero aterra que a los niños ferrolanos les cohíban la competenci­a con ideas como las que exponía el Séneca para entretener a la audiencia. Él se situaba en el hipódromo: con lo que corren veinte caballos, en Madrid, todos juntos, para ganar un Gran Premio, dando vueltas a una misma pista, yo creo, decía, que podría llegarse hasta Bilbao o hasta Córdoba, si, en vez, corrieran unos detrás de otros en línea recta.

–Eso mismo pasaría en el mundo si los hombres, en vez de pensar tanto en la competenci­a, se pusieran en fila. Café sin cafeína, leche sin lactosa, cerveza sin alcohol, libros sin lectores, milicia sin militares, casas sin puertas, cuentas sin pin, Estados sin fronteras, tauromaqui­a sin toros, y ahora, fútbol sin goles, para anular el instinto de competenci­a. ¿Qué competenci­a hace Mariano a Benzema?

En «El sistema Pelegrín», de Wenceslao Fernández Flórez (inventor del vicegol como forma de conceptuar en una sola voz esos balones que pasan lamiendo la cepa del poste), todavía podían leerse cosas como ésta:

–La verdad es que los alumnos llegaban muy contentos a sus casas con notas de fin de semana, en las que hacía constar: «Conducta: buena. Geometría: seis puntos. Goles: tres». Y los padres enternecid­os solían darles una peseta. Cosas que, ahora que a los niños les quitan los goles como a los mayores nos quitaron la bebida y el tabaco, vienen a dar la razón a Eduardo Torres, protagonis­ta de «Lo demás es silencio», de Monterroso, y autor de este aforismo maravillos­o: «La nostalgia está a la vuelta de la esquina».

¡Qué no daríamos hoy por un gol de Spasic!

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Julen Lopetegui
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