LA LÍNEA HINDENBURG
Los farsantes, como los enanos de Monterroso, tenemos un sexto sentido para reconocernos
CREER que Christian Gálvez es un experto en Leonardo es como creer que el vinagre de Módena es vinagre de Módena. O que en «El tatuador de Auschwitz» todo lo que se cuenta es verdad. Ni siquiera es cierto el número tatuado, que hay que tener tino. Christian Gálvez, al que la asociación que reúne a los historiadores de arte ha criticado por su exposición sobre Leonardo en el Palacio de las Alhajas, dice que se «ha tenido que enfrentar a mogollón de prejuicios». Te lo juro por Taburete. Critican su intrusismo por montar una exposición contribuyendo a difundir bulos. Por ejemplo, que el autorretrato de Da Vinci expuesto lo sea. Y encima lo respalda la Biblioteca Nacional. Por su parte, Heather Morris ha dicho sobre su novela que el libro no pretende ser una obra académica histórica de no ficción. «Eso se lo dejo a los académicos e historiadores». Qué pena que Simone Veil esté muerta. Aunque tuvo tiempo de criticar a Roberto Benigni: «Ningún niño estuvo junto a su padre en ningún campo, y ningún deportado vivió una liberación parecida al happy end milagroso y ridículo con el que termina la película». Y hasta a Steven Spielberg por «La lista de Schindler»: «Caricaturiza la realidad histórica porque fueron cincuenta personas como máximo las que pudieron beneficiarse del acto de valentía de Schindler. Está lejos de ser poco, pero no se corresponde con el argumento de la película».
Si «mogollón de prejuicios» ya era una expresión que me había ganado, también escuché al muchacho que habla rápido explicar la exposición que ha comisariado y añadir que continuaba «en Biblioteca Nacional». Así, sin artículo. Como cuando se nombra a la Pasionaria sin el la (a Nancy Mitford se le escapó ese lenguaje U o no U). Pero no creo que Christian Gálvez sea distinto que muchos tipos reconocidos por su gran cultura. Lo mejor es que engañan al personal. Y los farsantes, como los enanos de Monterroso, tenemos un sexto sentido para reconocernos. Tampoco creo que Gálvez sea distinto de Pedro Sánchez, Rivera, Iglesias, Casado y Abascal. Uno se dedica a Leonardo y los otros a la política. Hay quien se los cree y quien cree que sueltan cosas de calado. Abascal, y específicamente los votantes de Vox, están teniendo que sufrir igualmente «mogollón de prejuicios». Los de los periódicos y las teles van a pueblos con la zapatilla en la mano a ver quién demonios ha votado a Vox. Y aunque Marinaleda no sea Alsasua o el pueblo de Boadella, Cristina Pardo ha pedido perdón por el reportaje («fue desafortunado») que buscaba a las 44 personas que votaron a la formación de Abascal. «Aquí podría vivir un votante de Vox» (una reportera delante de una casa). Pero, pero, pero… Y Jerry Lewis preocupado toda su vida por «El día que el payaso lloró» (1972). El payaso de la película conduce a los niños judíos a las cámaras de gas de Auschwitz. Quien la ha visto la describe «perfecta en su monstruosidad». Tan equivocada que sería imposible mejorarla. Podremos verla en 2025. A la película maldita de Jerry Lewis se ha añadido el reportaje maldito del programa de Pardo. Según Fausto Fernández, pondrá en su sitio al insufrible Roberto Benigni. Pero es que Benigni está en su sitio. Como Gálvez. Ahora se han enterado de que en este bar se juega.
Una vez preguntaron a Eduardo Haro Ibars a qué se dedicaba: «Fundamentalmente voy a bares». Otra vez habló en la Universidad de Murcia y dijo que había que sacar una metralleta y matar a todos los fascistas. Bueno, ya se ha construido la línea Hindenburg para defenderse de fascistas o de expertos en Leonardo.