UNA INVERSIÓN OBLIGADA; UNA REALIDAD PREOCUPANTE
La reciente visita del presidente Xi Jinping ha puesto de relieve la existencia de un sendero clave para nuestro desarrollo. El cambio producido por el Brexit podría tener consecuencias sobre nuestra economía, porque afecta a la renta de situación. El país que la tiene, por ejemplo Suiza e Irlanda, logra apuntarse un claro despegue, por mucho retraso previo que lleve.
Por eso España necesita ser seguro, fluido y considerable en las rutas marítimas recorridas con fletes baratos, el tráfico que enlaza la creciente potencia económica asiática –basta citar a Japón, China, Unión India, Corea del Sur, o Singapur– con la rica Europa del Norte. En Madrid ya lo pronosticó el economista y político italiano Romano Prodi en 1997.
Pero eso exige tener abierto el tráfico marítimo que recorre el Índico, el Mar Rojo, el que desemboca en el Mediterráneo a través de Suez, y el que penetra en el Atlántico por el estrecho de Gibraltar. Lo fundamental para lograr que ese tráfico sea seguro y, por ello barato, es el desarrollo de la operación Atalanta, para limpiar de piratas la zona del Índico y el mar Rojo. Pero esa operación, vinculada a las necesidades de la Unión Europea y que favorece a España, despierta todavía dudas. ¿Va a ser frenada si cristaliza el Brexit? España, la gran favorecida, tendría que sustituir al Reino Unido por interés propio, pero, ¿puede hacerlo? Basta tomar como referencia los datos del INE, que señalan que el porcentaje de los gastos en Defensa respecto al PIB desciende del ya escuálido 8,89% en 2001 al 0,52% en 2016.
Ese es el fruto de la postura de no percibir que los gastos en Defensa financian una seguridad tan precisa para el desarrollo económico como la seguridad de las infraestructuras propias. Jordi Benítez en «Capital», noviembre 2018, nos informa que el competente general Alejandre ha recordado que «falta liquidez para atender unos compromisos internacionales que no paran de crecer», y que son básicos para nuestro desarrollo económico. Da la impresión de que nos hemos vuelto de espaldas a tesis bien conocidas por los economistas. Por ejemplo, ¿Hemos asumido lo que se deriva de las aportaciones de la profesora Mazzucato, la autora, precisamente en la Universidad de Sussex, del libro «The entrepreneurial state»? Parece que no.