La voz serena
Luis Eduardo Aute hubiera sido un hombre del Renacimiento de haber desarrollado su espléndida creatividad en otro espacio y otro tiempo. Otro entorno de normalidad intelectual donde el hecho cultural no fuera objeto de la apropiación de unos y el rechazo de otros. De haber sido así, Eduardo tendría un lugar privilegiado en consideración a lo prolífico y diverso de su obra, así como a la labor de excelencia y entrega que presidían sus larguísimas horas de labor creativa.
Si el dicho «la imaginación al poder» tiene en este país nuestro un dignísimo representante, ahí está Aute para ostentarlo. Para mayor coherencia, siempre supo que la razón no se grita o cacarea. Que el movimiento no lo desatan las palabras, sino la reflexión individual y profunda. Que el «bla, bla, bla» permanente de este país tan dado a la opinión sin argumento serio que la sustente, de nada sirve salvo para redundar en un «bla, bla, bla» más insustancial que el anterior.
Así que, elegante, el hombre de la voz serena, el más disciplinado de los creativos indisciplinados, nos ha llenado las horas, el cerebro, el pecho y el alma con propuestas dibujadas, filmadas, rimadas, cantadas... Un derroche de ilustración para este lugar del mundo que aún no ha sabido reconocer completamente su búsqueda de la emoción y la belleza.