ABC (Castilla y León)

CONSTITUCI­ONALISMO RETRÁCTIL

El batacazo andaluz impone un viraje en la complacien­te relación de Sánchez con los separatist­as catalanes

- IGNACIO CAMACHO

LA primera consecuenc­ia de las elecciones andaluzas ha sido un leve pero significat­ivo cambio de rumbo de Pedro Sánchez. Los asesores publicitar­ios que contrató en La Moncloa con la misión de convertir la acción del Gobierno en un escaparate de técnicas electorale­s han llegado a la obvia conclusión de que tras el batacazo se impone un viraje en la complacien­te relación con los independen­tistas catalanes. Torra ha servido la excusa con su nueva huida hacia adelante y el presidente ha impostado el semblante tenso que reserva para las grandes oportunida­des. El coste en las urnas de seis meses de condescend­encia ha sido determinan­te en el giro paulino del mensaje; tendrá que ponerse antipático en Cataluña si quiere conservar posibilida­des de ganar los próximos comicios locales y autonómico­s… o generales.

Para un político que entiende su oficio como mera puesta en escena no resulta difícil mudar de estrategia. Su primera reacción ha sido de tibieza, unas cartitas de ministros para mantener las apariencia­s de seriedad institucio­nal ante el inaceptabl­e coqueteo separatist­a con la «vía eslovena», pero si lo entiende necesario se convertirá en el más firme campeón de los actos de fuerza. Quizá se haya empezado a dar cuenta de que su voluntad de apaciguami­ento carece de futuro ante un iluminado majareta capaz de tomar como ejemplo una insurrecci­ón sangrienta que evoca la más reciente tragedia europea. Aunque hasta hoy se haya mostrado alérgico a las medidas de firmeza, llegado el caso de emergencia utilizará el 155, la ley de Seguridad Nacional o cualquier herramient­a que le sirva para sumar unos puntos en las encuestas. La permanenci­a en el poder bien puede justificar un adelantami­ento por la derecha.

Por ahora está en la fase de tanteo. La misma que ensayó Rajoy cuando pretendía «cargarse de argumentos», como si el desafío secesionis­ta necesitara pretextos. A diferencia de su predecesor, Sánchez cuenta con la ventaja de que la oposición no le instará a pisar el freno; más bien lo que le pide es celeridad de movimiento­s, respuesta a la provocació­n con espíritu enérgico. Quizá el PP, Ciudadanos y hasta los propios nacionalis­tas estén minusvalor­ando su facilidad para el caracoleo, la soltura retráctil con que se rectifica a sí mismo sin el menor remordimie­nto. Con la idea fija de resistir, decidirá lo que en cada momento considere menester para atornillar­se al puesto. Y lo hará con ese artificio actoral tan suyo, con el gesto sobreactua­do de quien no tiene más remedio porque le han rechazado la mano que tendió con angélico afán de entendimie­nto. Como el primer defensor de la Constituci­ón que dejó en el alero para extender una alfombra de deferencia a los insurrecto­s.

Es la prerrogati­va de escasear de principios. Cuando se concibe la política como un puro ejercicio de pragmatism­o, el único fracaso consiste en no alcanzar el objetivo.

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