ABC (Castilla y León)

La alcaldesa llora en antena El llanto selectivo de Colau

- ÁLVARO MARTÍNEZ

Emocionada al pensar en el sufrimient­o de sus hijos, la alcaldesa de Barcelona se echó ayer a llorar en antena al recordar los insultos que le han proferido los separatist­as por no pactar con ERC en el ayuntamien­to, regüeldos de tan alto voltaje y vileza que no merecen ser reproducid­os en estas páginas. Colau ha definido como «insoportab­le» la presión que ha tenido que aguantar estos días hasta tomar la segunda vara, cuando su nombre era voceado por las calles de Barcelona con un feo denuesto al lado. «Traidora» y «botiflera» son los rebuznos más suaves que ha escuchado en «estos días terribles». Lejanos, pues, en su memoria los tiempos en los que ella protagoniz­aba escraches, insultando a los poderosos, a los bancos, a los políticos «que condenan a la miseria a la gente», a todo lo que se movía y muchas veces con nombre y apellido. Hasta se hizo un traje de superheroí­na justiciera para recorrer los tumultos frente a las oficinas bancarias y los pisos a punto de desahucio.

Selectiva en su pena, Colau no condenó las agresiones a militantes de Vox en época prelectora­l, si acaso su único lamento fue que «esos rancios consiguier­on lo que buscaban». Es decir, que te abre la cabeza un salvaje con lazo y la culpa es tuya por «provocar». Se lo buscaron ellos, vino a decir.

Quizá lo que no entiende Colau, y el motivo final de su llanto, es que considera injusto que los «indepes» la acosen. A ella, que se ha prodigado en gestos de cariño con los golpistas presos (el último, volver a colgar la birria del lazo en el ayuntamien­to); a ella, que ha intentado menospreci­ar al Rey de España, negándole el saludo; a ella, que mandó al brioso Gerardo Pisarello a quitar la bandera de España del balcón consistori­al, como si fuera un trapejo sucio; a ella, que se ha hartado de decir (como Guardiola, pero sin chándal) que «es una vergüenza que en España haya presos políticos»; a ella, que ha insultado a la Policía poniéndole hasta una placa «¡por franquista!»; a ella, que abrió instalacio­nes municipale­s para que albergaran las urnas ilegales del 1-O...

A Colau no la manchan esos estúpidos insultos cimarrones del CDR de guardia frente al ayuntamien­to. A esta Inmaculada solo le tizna, desde el punto de vista político, su sectarismo irreductib­le y el desprecio sostenido a todo el que no opina como ella. Si hasta dedicó un mohín de asco a los votos de Valls que la hicieron alcaldesa. Y eso también da para echar unas cuantas lágrimas.

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ABC Colau se emocionó ayer en una entrevista radiofónic­a
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