Fuera de juego, dentro del calabozo
Hace ahora nueve años, la concesión del Mundial de Fútbol a Qatar levantó todas las sospechas. Solo faltaba atar cabos e identificar a los responsables de un enjuague del tamaño de un desierto. Por allí andaba Michel Platini, detenido ayer por la Policía francesa y alto representante de una concepción del deporte cuyo terreno de juego es un despacho, de espaldas al aficionado y a los propios futbolistas. Cuando lo importante no es participar, sino ganar dinero, todos pierden. Qatar es sinónimo de derrota.