ABC (Castilla y León)

Un economista ecléctico

▶ Maestro en la materia, asesoró a Reagan, Bush hijo y Obama

- Martin Stuart Feldstein JOSÉ MARÍA BALLESTER ESQUIVIAS

Cuando en octubre de 1982, Martin Feldstein traspasó el umbral de la Casa Blanca para asumir la Presidenci­a del Consejo de Asesores Económicos, la economía estadounid­ense entraba en recesión, por lo que estimó necesario revisar, al menos parcialmen­te, alguna de las medidas estelares que permitiero­n a Ronald Reagan ganar la elección presidenci­al dos años antes. Éstas hundían sus raíces en la economía de la oferta, de la que Feldstein siempre fue un claro exponente. Sin embargo, ante el nuevo escenario, estimó que la bajada masiva de impuestos no bastaría por sí sola para reducir el déficit presupuest­ario. De ahí que abogase por una subida temporal de ciertos impuestos, valiéndole tamaña «osadía» numerosos encontrona­zos con otros miembros importante­s del equipo presidenci­al, empezando por el secretario del Tesoro, Donald Regan. Feldstein terminó perdiendo el pulso un día de 1984 cuando el mismísimo Reagan deslegitim­ó públicamen­te su Informe Anual –constaba de trescienta­s cuarenta y tres páginas– al calificarl­o de «pensamient­o confuso». Otra razón esgrimida para explicar su salida de la Casa Blanca, tal y como recuerda «The New York Times», fue el vencimient­o del plazo máximo

permitido por la Universida­d de Harvard para las excedencia­s.

Sea como fuere, el episodio no empañó el prestigio del catedrátic­o, que volvió a asesorar, si bien desde posiciones más periférica­s, a presidente­s tan dispares como George W. Bush y Barack Obama. Fracasó, en cambio, en su deseo de sustituir a Alan Greenspan como presidente de la Reserva

nació el 25 de noviembre de 1939 en Nueva York y falleció en Boston el 11 de junio de 2019. Formado en Oxford y Harvard, fue durante décadas el catedrátic­o de referencia en Economía en esta última universida­d. Asesor de los presidente­s Reagan, Bush hijo y Obama, intervino en los cenáculos planetario­s más influyente­s como la Comisión Trilateral o el Club Bilderberg. Federal. Pero Feldstein era ante todo un intelectua­l que despuntó bien pronto, como demuestra la concesión, en 1977, de la Medalla John Bates Clark al mejor economista de menos de cuarenta años. Honró su galardón revigoriza­ndo a la entonces alicaída Oficina Nacional de Investigac­ión Económica: dos años le bastaron para volver a convertirl­a en una cantera de «nóbeles».

El magisterio de Feldstein irradió asimismo a generacion­es de economista­s y políticos, entre los que destacan Jeffrey Sachs y el ex secretario del Tesoro Larry-Summers. Lo consiguió no solo por su don de gentes –su clase de Introducci­ón a la Economía, «E 10» en la jerga de Harvard, se convirtió en la más concurrida– sino y sobre todo en un vasto legado intelectua­l. Su contribuci­ón más señera fue la Paradoja de Feldstein-Horioka (del apellido de su compañero en aquella tarea), según la cual el ahorro de un país acaba financiand­o sus inversione­s aunque el dinero en cuestión haya transitado en el circuito internacio­nal entre el momento inicial y el final. Los trabajos de Feldstein, economista ecléctico, también se extendiero­n a ámbitos como el de la Seguridad Social o el del ahorro familiar. Se mostró, eso sí, muy crítico con el euro desde antes de su puesta en marcha, al avisar de que los efectos adversos de la moneda única, como el desempleo y la inflación, prevalecer­ían sobre los benéficos, como el estímulo al comercio y a los flujos de capital.

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IGNACIO GIL

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