El poeta de la contemplación
▶ Supo extraer de la realidad el mensaje feliz de la celebración
Ha muerto Antonio Cabrera. Me lo he imaginado muchas veces en el Hospital de Parapléjicos de Toledo viendo el río de Garcilaso, oyendo el canto de los pájaros en esas riberas de árboles y umbrías.
Fue un poeta contemplativo porque supo extraer de la realidad el mensaje sereno y feliz de la celebración, la aventura de vivir esa intensidad que nos traen los seres y las
cosas del mundo. Fue un poeta meditativo porque, en sus versos, el sentimiento pensaba y el pensar sentía con la fuerza de la emoción verdadera.
La lectura de su poesía siempre supone un acto de consolación. Poesía para defenderse del dolor, para cantar la vida, el fluir de la vida. Desde aquel terrible 1 de mayo de 2017 en que se produjo el accidente que lo dejó postrado, él mismo encontró sentido a todo lo que había escrito: la palabra poética como baluarte frente a las sombras, el poema como el territorio de la felicidad. En sus horas de angustia, cuando vio que la lesión medular le impedía cualquier movimiento, la poesía le sirvió para encontrar todavía un atisbo de plenitud, un rastro de esperanza.
Visitar sus libros hoy es visitar las palabras de un bienaventurado, es decir, de aquel que se fue a ver el mundo y nos entregó no sus heridas sino una forma de ser movido por la luz.