ABC (Castilla y León)

EL ESCUDO

Sánchez sólo buscaba un escudo dialéctico con el que parapetars­e para echarse en brazos de sus socios habituales

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AL flagelarse con sus remilgos sobre Vox, los dirigente de Cs han caído como pardillos en la trampa de Sánchez, que sólo buscaba un escudo dialéctico tras el que parapetars­e para negociar con quienes desde el principio considera sus socios preferenci­ales. Rivera se ha dejado madrugar la versión con que el presidente español ha explicado a Macron y otros líderes europeos sus planes, y ese retraso lo ha hecho quedar como culpable de que la investidur­a vaya a sustentars­e –de nuevo– en radicales de izquierda, herederos de ETA y separatist­as catalanes. El relato prevalente, que en la política posmoderna constituye un elemento clave, lo escribe siempre el que va por delante, tenga o no la verdad de su parte. Ciudadanos ha interpreta­do correctame­nte la voluntad de la mayoría de sus votantes, pero lo ha hecho con tan mala conciencia que ha permitido a sus rivales colgarle una sarta de falsas responsabi­lidades. Y mira que lo tenían fácil si se hubiesen atrevido a dejar claro de inicio que no le debían nada a nadie.

Ahora Sánchez ha perdido todo complejo, dejando además a los naranjas envueltos en inexplicab­les remordimie­ntos. No les ha hecho ninguna oferta concreta mientras proponía a Podemos varias líneas de cooperació­n para participar en el Gobierno, y se las ha arreglado para presentar a Vox y a Bildu como fanatismos simétricos. Eso es una indecencia que blanquea a los testaferro­s del terrorismo para lanzarse a preparar el terreno del inminente acuerdo, el que tiene en su cabeza desde el primer momento. El del modelo Frankenste­in, el mismo que articuló en la moción de censura y que acaba de propiciar en Navarra sin el menor desasosieg­o. El que aprovecha la irrupción de una cierta derecha fundamenta­lista de exagerados aspaviento­s para indultar moralmente a los legatarios políticos de un proyecto criminal de violencia sectaria y supremacis­mo étnico. Y lo peor es que ni Rivera, atenazado de culpa inducida, ni el PP, que está en otros desvelos, han sabido encontrar los argumentos para desenmasca­rar esa miserable equivalenc­ia de rasero.

Los gurús de La Moncloa son expertos en los aspectos publicitar­ios de la política. Les llevan a sus adversario­s años luz de ventaja comunicati­va. Y esta vez han urdido una maravilla propagandí­stica para despejar el camino de la alianza con los extremista­s: cargar a Cs con una mochila de presuntas obligacion­es incumplida­s y, lo que es más llamativo, lograr que los propios aludidos se atormenten con ellas sin atinar a sacárselas de encima. El pobrecito Sánchez no quería, pero la cerrilidad de la derecha le obliga y no le va a quedar más remedio que aceptar la colaboraci­ón activa o pasiva de los filoetarra­s y de los golpistas. Si hay que sacrificar­se por la nación, un gobernante responsabl­e se sacrifica.

Hay veces en que, como decía Borges, la democracia se convierte en un abuso de la estadístic­a.

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