Feminismo y animalismo
En un país tan reactivo y silogístico como España, donde los enemigos de mis enemigos son mis amigos, habrá todavía quienes simpaticen con los cinco ejemplares de la Manada por simple rechazo a quienes en los últimos meses, si no años, han actuado y sobreactuado como acusación particular y callejera. El Prenda y sus amigos nunca debieron salir de la cárcel. Después de quince años viendo los sanfermines por la tele y los portales de Pamplona por Idealista, no estarían mal en un zoo propio de su tiempo y su pelaje, sin carteles de prohibido arrojar comida a los animales. Es su sitio natural. El de la izquierda que ha impregnado de sectarismo este caso es la calle. Cada uno ocupa su lugar, aunque se resienta la Justicia y la sociedad se divida ante un delito que nunca debió ser utilizado como una causa política, situado así en el terreno de lo discutido y discutible. Ayer volvieron a las andadas, en la calle y en las redes, para restar aún más credibilidad y legitimidad a la causa justa del feminismo, desvirtuada por la visceralidad, la irreflexión y la bandería.
Magistradas como Adriana Lastra o Pilar Cancela confirmaron que para el PSOE hay diferentes tipos de Justicia, según le cuadre el fallo, e Irene Montero, heteromatriarca por línea conyugal, llegó a atribuirse la condena del Supremo. Si el feminismo es hoy en España una causa discutida y discutible es responsabilidad suya, y así seguirá siendo mientras insistan en desfigurarlo y contaminarlo de ideología, algo similar a lo que sucede con la defensa de un colectivo homosexual cuyos gestores se empeñan en cultivar la exclusión y seguir en la marginalidad, quizá por serle más rentable. Lastra, Cancela y Montero se dicen feministas, pero, a la contra, contribuyen a fomentar el animalismo, entendido como defensa integral y reactiva del bicho al que atacan, por repugnante que sea. También en eso ganan al Pacma.