Irán desafía a Estados Unidos Desinflar el conflicto
Seguramente nunca sabremos si el dron de vigilancia del Ejército estadounidense derribado por misiles iraníes se encontraba en el espacio aéreo internacional o si había entrado en el espacio iraní. En realidad es un episodio más, y no será el último, dentro de una peligrosa escalada que ninguno de sus protagonistas tiene interés en cortar.
El régimen de Teherán necesita tensar el músculo para demostrar que no va de farol, y que está dispuesto a romper su parte en el acuerdo nuclear, una vez que Trump lo da por finiquitado y que las sanciones económicas están estrangulando su economía. Y los estadounidenses tampoco quieren aflojar la cuerda. Sus principales aliados en la zona, Israel y Arabia Saudí, reclaman medidas de fuerza contra Irán y están encantados con que sea la Armada norteamericana quien ejerza la presión.
Es verdad que Irán no puede permitirse una confrontación militar abierta con Estados Unidos, como también lo es que en el Pentágono saben que éste no sería un enemigo que se derrumbase a la primera de cambio, como el Irak de Sadam Hussein. Pero el juego es suicida, y en cualquier momento podría írsele a cualquiera de las manos.
La retórica antioccidental de los ayatolás es una mercancía podrida que en nada sirve al bienestar de un pueblo más culto y dinámico de lo que torpemente suele pensarse por estos pagos. Pero el espantajo de un Irán demoniaco tiene también muy poco de real, sobre todo cuando Occidente tiene tantas tragaderas con el régimen de los Salman. Habría que desinflar los tópicos recíprocos, favorecer a los reformistas iraníes, poner un poco de realismo y de sinceridad en las relaciones, aunque solo fuera para que la caja de Pandora no se vuelva, con su reguero de sufrimiento y de rencor.