Atentado artístico y restauración ¿Por qué no San Jorge?
Estella no será Borja, ni su San Jorge acabará en las etiquetas de un vino ni en ningún otro reclamo turístico como el chusco «Ecce Homo». Porque en Navarra dolió tanto ver esta magnífica talla tardomedieval convertida en un muñeco de feria que, en cuanto se supo que una aficionada a las manualidades se las había dado de restauradora, se pusieron manos a la obra para remediar en lo posible el desaguisado. La batalla contra el dragón de la ignorancia le ha dejado al santo cicatrices incurables, pero un año después el rubor auténtico de sus mejillas vuelve a iluminar su rostro aniñado y de nuevo luce con orgullo su armadura de caballero de principios del siglo XVI, a lomos de un caballo que nada tiene que ver con aquel burdo Playmobil.
Cuando en los próximos días regrese a su capilla de la iglesia de San Miguel, los estelleses podrán admirarlo tal y como debió de ser en el siglo XVIII, cuando fue repolicromado. Solo a corta distancia los interesados podrán apreciar qué craqueladuras son antiguas y qué otras discretas pinturas punteadas forman desde ahora parte de su historia. Esa historia que los restauradores contarán en unos paneles de la capilla para que nadie sin la titulación debida se atreva a ponerle un pincel encima. Ni a él ni a ningún otro bien del patrimonio de todos. Si los restauradores y conservadores, que tanto están luchando por dignificar su profesión, aún no tienen patrón, aquí va una sugerencia: ¿por qué no San Jorge?