ABC (Castilla y León)

Irán acude a la ONU para probar que el dron violó su espacio

▶ donde fue derribado

- Presentará­n restos del avión y las coordenada­s MIKEL AYESTARAN CORRESPONS­AL EN JERUSALÉN

mas químicas contra la población por parte del régimen.

Al filo de las 19.30, todo estaba listo y Trump dio la orden que tantos otros presidente­s han dado desde la sala de crisis. Los aviones desde los que serían lanzados los misiles estaban listos para despegar y las lanzaderas sobre los buques militares apuntaban a sus objetivos. Y de repente, el presidente, según reveló después, se dirigió a uno de los generales: —¿Va a haber bajas?

—Unas 150 personas, señor.

Cambio de opinión

Al escuchar esa estimación, Trump cambió de opinión y dio la orden de cancelar el ataque antes de las 20.00. Según dijo después en redes sociales, no le parecía «una respuesta proporcion­al al derribo de un dron».

Nunca antes, que se sepa, ha ordenado un presidente de EE.UU. el aborto de un ataque cuando este estaba ya en marcha. Tampoco nadie antes de Trump lo hubiera admitido con semejante franqueza en redes sociales.

Por si acaso, según reveló luego el régimen iraní, la Casa Blanca hizo llegar a Teherán a través de Omán el mensaje de que existía la posibilida­d de atacar, pero que Trump no es amigo de guerras y prefiere mantener las sanciones y que prosiga el diálogo. La respuesta de Irán fue afirmar que podrían haber derribado, además del dron, un avión de vigilancia P-8 con al menos nueve tripulante­s que volaba cerca de él, pero no lo hizo.

Trump se mantuvo alejado de las cámaras durante toda la mañana de ayer, mientras desde el Ala Oeste de la Casa Blanca, donde tiene su despacho, se escuchaba claramente una protesta en la calle contra la guerra y contra los asesores que le instaron a atacar Irán con misiles. Por la tarde participó en una barbacoa en el jardín con algunos de sus principale­s aliados en el Capitolio, a los que informó con más detalle de su decisión. Irán derribó el jueves un avión no tripulado de Estados Unidos cerca del estratégic­o estrecho de Ormuz. Este es el único punto en el que Teherán y Washington están de acuerdo a la hora de hablar de una acción que estuvo a punto de provocar un bombardeo contra la república islámica que Donald Trump decidió suspender en el último momento, tal y como reveló en su cuenta de Twitter. Los iraníes defienden que el aparato violó su espacio aéreo y «le lanzamos dos mensajes de advertenci­a, pero no respondier­on y nos vimos obligados a derribarlo», según el comandante de la Fuerza Aérea de los Guardianes de la Revolución, Amirali Hayizadé. Desde el Pentágono, defienden que su avión se encontraba en «espacio aéreo internacio­nal», a lo que Irán respondió con una carta al secretario general de la ONU, António Guterres, con informació­n exacta sobre las zonas y las coordenada­s a las que llegó. La Fuerza Aeroespaci­al de los Guardianes de la Revolución organizó en Teherán una muestra para que los medios oficiales vieran las partes que pudieron recuperar del aparato.

La guerra de propaganda se intensific­a al ritmo que la tensión gana enteros, con rumores y desmentido­s sobre temas sensibles como el supuesto mensaje que Trump habría enviado al Líder Supremo a través de Omán para pedir un diálogo, negado por ambas partes. En medio de las acusacione­s, Irán apostó por ofrecer datos en su versión oficial y el ministro de Exteriores, Yavad Zarif, detalló que el dron despegó de una base de Emiratos Árabes Unidos «en modo oculto y violó el espacio aéreo iraní». El jefe de la diplomacia, uno de los grandes arquitecto­s del pacto nuclear de 2015, aseguró en Twitter que «hemos recuperado restos del avión militar estadounid­ense en NUESTRAS aguas territoria­les, donde fue derribado».

Las coordenada­s, la grabación de las advertenci­as emitidas y el hallazgo de los restos del dron fueron las pruebas que Irán presentó a la ONU para defender la legitimida­d de su ataque contra el aparato. Un alto mando de la Guardia Revolucion­aria reveló además que junto al avión no tripulado volaba otro avión espía, un Boeing P-8 Poseidon con unos 35 tripulante­s a bordo, que Irán hubiera podido derribar también. EE.UU. no hizo comentario­s sobre esta informació­n.

A diferencia de lo ocurrido en Siria, donde Trump no ha dudado en lanzar Tomahawks en dos ocasiones en las que se ha acusado el Ejército de usar armas químicas, sin esperar a los resultados de una investigac­ión, parece que con Irán la forma de actuar del presidente es más cuidadosa. Una precaución que choca con la presión de su asesor de Defensa, John Bolton, o sus grandes aliados regionales, Israel y Arabia Saudí, partidario­s de frenar como sea a los iraníes.

Un mal acuerdo

El pacto nuclear firmado por Barack Obama en 2015 era «el peor acuerdo posible» para Trump, pero desde que decidió romperlo de forma unilateral y volver a imponer sanciones a Irán la situación de seguridad se ha ido deterioran­do hasta poner a los dos países al borde de un enfrentami­ento armado. Seis petroleros han sido atacados en extrañas circunstan­cias en el Golfo de Omán en el último mes, Estados Unidos ha enviado miles de soldados de refuerzo y ha desplegado bombardero­s B52 y baterías de misiles Patriot en la zona… y por si la escalada militar no fuera suficiente, los iraníes anunciaron que dejan de cumplir algunos compromiso­s del acuerdo en respuesta a los castigos de Trump y la próxima semana superarán el límite de 300 kilos de uranio enriquecid­o almacenado, la cifra marcada por el acuerdo.

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AFP
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