Pintor y grabador, entre Sevilla y Ronda
▶ Su comunismo se manifestaba en sus obras, a menudo de carácter político
En nuestro arte moderno hay unos cuantos escultores que firmaron con su nombre, sin su apellido. Fue el caso de Manolo, es decir, del extraordinario «noucentista» Manolo Hugué; de Alberto, es decir, de otro grande, el ibérico y a la postre moscovita Alberto Sánchez. Fue el caso del sutil Daniel González, que en París firmaba Daniel. Es en la actualidad el caso del madrileño Cristóbal, es decir, de Cristóbal Martín. Pero hoy quiero hablar de otro Cristóbal, que acaba de desaparecer en Ronda, su ciudad adoptiva: el pintor y grabador sevillano Cristóbal Aguilar, que también dejó aparcado su apellido, circa 1960, cuando fundó, con Francisco Cortijo y Francisco Cuadrado, el grupo sevillano de Estampa Popular.
De padre de Morón y carpintero, y madre alfarera, Cristóbal se formó en Artes y Oficios y luego en Santa Isabel de Hungría, donde le marcó, como a tantos, el magisterio de Miguel Pérez Aguilera. Trabajó en Gráficas del Sur, pasó por Segovia y por las becas de El Paular. Frecuentó, en París, a Pepe Ortega. Sus cuadros, linograbados y xilografías de albañiles o campesinos (hay también un grabado de una reunión de célula)
poseen un especial encanto, lo mismo que los de su amigo y conmilitón (en el PCE, y en la segunda Estampa Popular de Sevilla, que refundaron en 1962) Claudio Díaz, otro que inicialmente firmó sin su apellido. Entre 1964, año en que sufrió su primera detención, y 1977, año en que fue candidato comunista a diputado por Málaga en las primeras elecciones
nació el 29 de agosto de 1939 en Sevilla y ha muerto el 26 de mayo de 2019 en Ronda. Fue un pintor y grabador en el que su ideología comunista llegó a influir en su obra –llegó a ser candidato al Congreso por la provincia de Málaga–. Se instaló definitivamente en Ronda tras su jubilación y la localidad le hizo hijo adoptivo. democráticas, residió en Ronda, primero como profesor del Patronato Militar, y luego en el Instituto Pérez de Guzmán.
Durante aquellos años siguió haciendo obras a menudo de carácter político. Posteriormente volvió a Sevilla, donde dio clases, sucesivamente, en el Gustavo Adolfo Bécquer, y en el Antonio Machado. Pero fue Ronda, a donde volvió en 2000, tras su jubilación, y que lo nombraría hijo adoptivo, la ciudad donde alcanzó el cénit de su arte, ya menos cargado de urgencia. Supo decir inmejorablemente, de modo melancólico, lírico y a la vez parco, sus calles y plazas, que gustaba de pintar al alba. Como grabador resulta machadiano en su aguafuerte de 1977 de una mula haciendo girar una noria. Hace poco se colocó en el antiguo instituto su placa de cerámica en homenaje a Francisco Giner de los Ríos.
Dos grandes exposiciones revisaron su trabajo, la de 1989 en el granadino Palacio de la Madraza, con catálogo prologado por el fiel Valeriano Bozal, y la de 2002 en el Museo Joaquín Peinado de la propia Ronda. La obra de Peinado, pintor del 27 de destino parisiense, fue una de las grandes pasiones del artista ahora desaparecido, y uno recuerda en ese sentido el precioso cartel con que él, en 1980, le rindió homenaje. Y recuerda sus christmas y tarjetones, frágiles papelillos volanderos siempre llenos de encanto y de fina poesía rondeña.