Tavares tranquiliza a los empleados de PSA y Fiat tras su fusión
Aunque en la práctica «arrancó» el fin de semana, fue ayer martes cuando Stellantis, el flamante cuarto grupo automovilístico mundial –fruto de la fusión entre Fiat Chrysler y PSA Peugeot–, echó a andar de forma oficial. Lo hizo con el inicio de su cotización en la Bolsa de Nueva York, donde se estrenó con subidas (superiores al 3% a media jornada), tras registrar también incrementos, el lunes, en su estreno en los parqués de Milán y París.
En su primer discurso como consejero delegado de la nueva compañía, el portugués Carlos Tavares quiso mandar un mensaje de tranquilidad a sus cerca de 400.000 trabajadores, 14.000 de ellos en sus tres plantas españolas, de Vigo, Zaragoza y Madrid. «Stellantis es un escudo fantástico para evitar problemas sociales. Lo dramático hubiera sido una situación en la que no hubiéramos podido fusionarnos», dijo.
El directivo resaltó que el enorme tamaño de la nueva empresa –con una fabricación de unos ocho millones de vehículos al año– permitirá afrontar de forma más rentable y eficiente los ingentes costes derivados de la electrificación y la reducción de emisiones y las nuevas tecnologías, que encarecerán los vehículos entre un 20 y un 40% en los próximos años. «Sin una escala adecuada uno no puede brindar una infraestructura suficiente para la nueva movilidad limpia, segura y asequible», afirmó. E insistió en el compromiso de que la operación «no derivará en el cierre de ninguna planta».
Tras un período de más de un año de negociaciones, el nuevo gigante aglutina un total de 14 marcas, desde Peugeot a Alfa Romeo, pasando por Jeep, DS, Citroën, Opel o Maserati, y permitirá a ambos fabricantes lograr unas sinergías de 5.000 millones de euros, al poder compartir plataformas y optimizar el gasto en el desarrollo de nuevos productos y tecnologías.