Nunca debe subestimarse la idiocia de la corrección política
NI punk, ni new wave. La auténtica sensación para los adolescentes españoles de finales los setenta fue la llegada a los cines de «Grease», en septiembre del 78. Recuerdo el asombro en el bus del cole, el lunes siguiente al estreno, cuando un alumno apareció con la cabeza encharcada de brillantina y una camiseta negra, en un intento casero y chapucillas de imitar el porte de Danny Zuko, el protagonista encarnado por Travolta. Hace un par de años me crucé por la calle con aquel compañero. Con la edad había ganado peso y su frente lucía ahora descapotable. Sin embargo, cuarenta años después, sus pocos pelos supervivientes continuaban leales al fijador y el peinado de «Grease». Ya digo que aquello marcó época...
El musical «Grease» se estrenó en 1971 y acabó triunfando en Broadway. Hollywood vio el filón y lo llevó al cine con éxito sensacional. La película costó seis millones de dólares y recaudó 366. La banda sonora se convirtió en el segundo disco más vendido aquel año en Estados Unidos, solo superado por otra travoltada, «Fiebre del Sábado Noche». «Grease» no tiene más pretensión que divertir. Es una comedieta con música pegadiza, algunos chistes graciosos y una trama sentimental-bufa, que cuenta el amor en un instituto de los años 50 entre un pandillero (Travolta) y una chica australiana recién llegada al centro y de aspecto modoso (Olivia Newton-John). En general recibió en su día buenas críticas. «The New York Times», la biblia del progresismo, la celebró como «un musical tremendamente divertido». La película ha sido incluida entre los bienes de «significado cultural» de la Biblioteca del Congreso.
Pero los tiempos han cambiado. La BBC ofreció «Grease» en uno de los festivos navideños y se ha armado un revuelo que todavía colea. Plataformas de la subcultura «Woke», el movimiento que denuncia los abusos contra las minorías raciales, las mujeres, los LGTBI, el clima... han puesto el grito en el cielo por su emisión. De entrada, critican que en «Grease» falta «diversidad racial». Es «una película racista»: «¡¡Solo salen blancos!!», tuiteaban indignados algunos jóvenes televidentes. También es «homófoba» y aborda de manera equivocada el «consentimiento sexual» femenino. Olivia Newton-John, la cantante anglo-australiana que la protagonizó, nieta de un Nobel judío, el físico Max Born, bastante tiene con el cáncer con que pelea, pero ha querido salir al quite: «Todo esto es una estupidez». En efecto. La artista lo explica perfectamente: «La película se hizo en los setenta y está ambientada en los cincuenta. Era una obra de teatro, un musical, una diversión. No es algo para tomárselo tan en serio». Por último da un consejo a la Generación Copo de Nieve: «Relajaos un poco, disfrutad de las cosas tal y como son». No tengo mayor interés por «Grease». Pero un sábado de estos la veré a la hora de la siesta, porque ahora –¡quién iba a decirlo!– es una seña de libertad. Tal vez a golpe de corrección política estemos inaugurando la era de la idiocia.